LOS CUATRO AMIGOS

Después que terminó la 2ª Guerra Mundial en 1945, continuaron frecuentándose los cuatro amigos cuyas pláticas leímos en artículos pasados. Eran Jeremías “el Faifitas”, Filemón “el Bolchevique”, Agapito “el Sinarquista” y Herculano “el Medallas”. En cierta ocasión, estaban con don Toño en su tienda quien le estaba presumiendo a un pariente que había venido a visitarlo: “En este pueblo, ay donde lo ves de fregao, hasta el más pendejo sabe latín”. Y como para apoyarlo, Herculano agregó: “Yo que he andado viajando por muchos lados, conozco un pueblo que de veras está bien jodido, con decirles que ni siquiera tienen eco y el sol ni la sombra le presta”. Filemón le propuso a don Toño: “Yo creo que para que su pariente constate que no somos un pueblo cualquiera, hay que llevarlo a que vea uno de los lugares más bonitos que tenemos”. “Vamos haciendo un caldo michi en Las Chorreras”. Enseguida y como aun era muy temprano, todos aceptaron la propuesta y se repartieron los quehaceres: conseguir olla, platos, cucharas y carretilla para cargarlos; comprar tortillas y verduras; cooperarse para la botella de tequila San Matías, además de llevar la baraja y anzuelos para pescar.
Las Chorreras.Para algunos lectores que no conocen o no se acuerdan de este paradisíaco lugar, quiero hacer una breve semblanza. Era una pesquería con canales de piedra que cercaban a los peces que nadaban en la corriente del río y los conducían a unas trampas de carrizo donde los pescadores los atrapaban fácilmente. En el lecho del Río Lerma, se hicieron varios de estos callejones por los que pasaba el caudal del río, después de estar en el remanso. El historiador yurecuarense Ignacio Estrada Navarro, nos dice que el 10 de noviembre de 1689, la Audiencia de la Nueva Galicia hizo la concesión de ese lugar a Francisco Martín y Matías Bravo y les dio los títulos respectivos. Ahora bien, no está claro si fue en esa fecha que se construyeron Las Chorreras, porque se cree que la pesquería ya tenía siglos de existencia por lo que la fecha señalada, sería la de su reconstrucción y la que señala la vigencia de los derechos otorgados. En la actualidad, quedan solo vestigios de este monumento. Hace unos años, veíamos con tristeza como entraban los ca.. miones a llevarse las piedras para ser usadas en la construcción de viviendas. En la actualidad, y preferentemente en tiempo de aguas, se puede apreciar una bella vista de Las Chorreras desde “La Casa Luna” o desde el fraccionamiento “Los Sabinos” de Jorge Núñez.
Quiero aprovechar este espacio para relatar algo que viví en 1964. Eran los inicios del tiempo de aguas y nos juntamos cuatro amigos: Enrique González, Jorge Chavolla (q.e.p.d.), Fernando Valdéz y yo. Como vimos que el río traía buen caudal porque había caído una buena tormenta allá por La Piedad, decidimos imitar las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn en el Río Mississipi. Hicimos una “panga” con dos cámaras de llanta de tractor que amarramos fuertemente y le colocamos encima unas tablas. Subimos a la embarcación una bomba de aire ya que debido a la gran cantidad de ramas con espinas que arrastraba el río, previmos, como realmente ocurrió, que las cámaras iban a tener fugas. Iniciamos el viaje un poco abajo de la Presa Derivadora de El Mezquite, cerca del remanso de Siquindo. Recorrimos el “Cañón de Yurécuaro”, (se puede apreciar mejor desde un punto, a la altura de la Comunidad de El Cerro Blanco), pasamos varios “rápidos” que aunque no voltearon la panga, si nos obligaron a capotear grandes troncos atorados en las piedras. Después de varias infladas a las llantas, llegamos al remanso de Las Chorreras un poco cansados pero contentos de haber terminado “la travesía”. Allí encontramos a otros cuatro amigos: Jesús Becerra (q.e.p d.), Nito Valadez, Jorge Ochoa y Luis Pérez que estaban en la faena de acabar con un litro de charanda Uruapan. Tuvimos que ayudarlos y aunque sufrimos porque la botana era solo de jitomates, a medio madurar, que se habían carranceado de un sembradío cercano y dicha botana la rociábamos con salsa “el Torito”.
¡Vámonos a Las Chorreas! Fue el grito de guerra que lanzó Jeremías y todos agarraron camino por la Calle Real (Nacional); en La Huerta Seca, compraron unas naranjas sin semilla y continuaron caminando para después doblar a la izquierda hacia el río. Se instalaron bajo un gran sabino y mientras unos picaban las verduras, otros acarrearon agua en la olla y otros traían leña y prepararon el fogón. Después se fueron al remanso y todos alistaron su anzuelo. Como el pariente de don Toño no lo llevaba, rápidamente le prepararon uno con un carrizo y le pusieron de “testigo” un pedazo de lirio y de plomada le amarraron una pequeña piedra. Se pusieron a pescar, al mismo tiempo que circulaban entre todos el tequila San Matías. Sin embargo, vieron que pasaba el tiempo y no sacaban ningún pescado. Alguien hizo caer en la cuenta que con el jaripeo que traían y con las canciones que ya habían (des)entonado, los peces no iban a picar. Determinaron ir a los corrales a comprarle al encargado, un bagre y varias carpas ya que las verduras casi estaban cocidas.Mientras se terminaba de sazonar el caldo michi, siguieron pasando la botella. Entonces Filemón dijo:- ¿Eres briago Agapito? Y éste le contestó:- A mi me gusta darle una jalada al tequila para que se me voltién los ojos al revés pa' poder verme bien el cerebro. Alguien dijo:- ¡Oye Herculano, termina de platicar lo que oíste anoche en el velorio de Eleuterio Villalpando! Y el aludido contestó:- Estaban repasando todos los dichos que acostumbraba Eleuterio. Yo me puse vivo y apunté unos cuantos y orita se los voy soltando: El primero que mentaron y que yo también le había oído, era que cuando le preguntaban ¿y cuántos años tienes Eleuterio? Él contestaba, “ando acabalando los trescientos, ya nada más me faltan doscientos veinticinco. Lo que pasa es que me estoy aguantando las ganas de morirme porque soy de la gente de antes, que era buena pa' vivir”. Otro que escribí y que siempre decía: “Las mentadas de madre solo valen la pena si alguien las está escuchando”; yo creo que este dicho tiene mucha filosofía. También decía, cuando iban a invitar a sus hijas a alguna fiesta: “Yo no presto a mis muchachas pa' los bailes, porque me las devuelven muy sudadas”. El último que apunté fue este que repetía el Eleuterio cuando se armaban los fregadazos en alguna fiesta: “Como decía mi tía la analfabeta, ¡aquí murió Sansón con todos los sifilíticos!”Volvió a hablar Filemón:- Yo creo que en los velorios es donde podemos realmente pensar en cosas profundas y filosóficas. Entonces fue interrumpido por Jeremías quien dijo:- Hablando de cosas profundas, este remanso de Las Chorreras, dicen que es el más hondo. Aunque también es profunda la Alberca de Monteleón. Herculano le reclamó:- Deja que termine de dar su idea sobre lo que significa la filosofía. Después de esto, Filemón siguió hablando:- Hace como tres semanas, en el velorio de doña Filomena Mandujano, su hermano Prudencio dijo algo que me puso a pensar: “El que siempre esté pensando y temiendo del día en que ha de morir, muere varias veces. Por otro lado, el que entiende que la muerte es parte de la vida y la espera con paciencia, vive pleno, mientras está sobre la tierra”. Entonces don Toño dijo:- Ese Prudencio tiene razón, no hay que tener miedo a morir porque al fin y al cabo, a todos nos va a tocar.- Mientras nos toca, yo creo que ya hay que entrarle al caldo, dijo Jeremías.Fue entonces, que como buenos anfitriones, le sirvieron primero al pariente de don Toño. Al darle el caldo, le rociaron una buena porción de tequila dentro del plato y aunque el pariente se extrañó, empezó a saborearlo y decía:- ¡Qué bueno sabe! Y también los felicito por tener este lugar tan bonito. ¡Verdad de Dios! Son pocos los pueblos que están bendecidos con un Paraíso como el que tienen ustedes.- Ahora sí, ¡Abróchense el barbiquejo, agárrense de las crines y éntrenle al caldo michi! Dijo don Toño.Todos comiendo y moqueando, se terminaron dos y hasta tres platos. Sin embargo, de repente Agapito empezó a toser fuertemente porque se le atoró una espina de carpa, pero inmediatamente, Filemón le entregó un plátano que al tragarlo, le limpió la garganta. Después de la comida se pusieron a jugar conquián y otros, mientras esperaban turno, siguieron platicando acerca de la filosofía y la forma de pensar de la gente en la antigüedad. Dijo don Toño:- Los griegos son los que dieron origen a la filosofía, que significa “Amor a la verdad y al conocimiento”; se la heredaron a los romanos y después a todos los europeos que la trajeron a nuestras tierras. Grecia y Roma son el padre y la madre de la civilización occidental.Filemón agregó:- Sin embargo, las culturas prehispánicas de México ya tenía su propia filosofía y de muestra tenemos muchos códices de los toltecas, mayas, zapotecas y varios pueblos más. También hay distintas formas de filosofía en otras naciones diferentes a las de los griegos y los romanos. Están los egipcios, babilonios y también de otros lugares más lejanos como la India y China. Se me grabó mucho un relato que contó la Maestra Josefina López Vega en una clausura de cursos; hablaba sobre la forma de pensar y más o menos va así: “Un monje en el Tibet, iba a cruzar un río y vio a un alacrán que se estaba ahogando. Como todo buen monje, se compadeció de él y lo rescató; pero casi inmediatamente, el alacrán le clavó el aguijón. Reaccionó el monje y tiró el alacrán al río donde el animal, casi se ahoga. El monje comprendió que había hecho mal al tirarlo al río y levantó nuevamente al alacrán, el cual, volvió a clavarle el aguijón”. “El monje entendió que el alacrán no tenía “nada contra él” ya que esa es su naturaleza, y la de él era ser compasivo”. La Maestra Josefina, terminó su relato diciendo: “Invito a todos a que demuestren su naturaleza humana que es la de ser compasivos y solidarios con los demás y si por casualidad, alguno de ellos posee una naturaleza como la del alacrán, tomen sus precauciones y ayúdenlos”. - Yo creo que en todas partes hay filosofía y solamente tenemos que saber escuchar a la demás gente para hacernos sabios porque “Sabio es aquel que tiene boca chica, ojos medianos y orejas muy grandes”. Dijo Herculano. - Hablando de dichos: “Hay que cuidar el cirio porque la procesión es larga”; no le den tan duro a la botella que ya casi se acabó. Dijo Agapito.- Pues aquí están mis tres pesos pa' traer más “combustible”, agregó don Toño y el que pierda los albures va a tener que ir a traerlo en una carrera.Todos dieron su cooperación y al jugar los albures, le tocó ir al pariente de don Toño quien dijo:- Yo prefiero cooperar para otra de San Matías, siempre y cuando vaya otro a comprarla porque cuando veníamos para acá, vi la cantidad de perros que nos salieron al camino y no vaya a ser que alguien me los cuchilié y me rompan los pantalones a la altura de las nalgas.Entonces Agapito, muy valiente, se ofreció para ir al pueblo y dijo: - Mi madre me hizo muy valiente porque antes de parirme se la pasaba viendo la imagen de San Miguel, esa que todos conocemos donde tiene arrejolado al chamuco.- Además, para espantar a los perros, buenos son los credos, siempre y cuando les avientes unas pedradas. Al cabo que ni manco ni maneado estás, le dijo Filemón.Así, mientras regresaba Agapito, siguieron filosofando y contando las últimas noticias ocurridas en la población. Don Toño preguntó:- ¿Alguien sabe quien armó ayer la novedad en el pueblo? ¿Otra vez Atenógenes fabricó un difunto o a Justino lo cazuelió su mujer?- Lo que sucede es que Baldomero González quiso llevarle gallo a su novia y como Panchillo ya estaba ocupado, contrató a unos que traían una guitarra que lloraba muy feo, porque así eran los rasguños que le pegaban, le contestó Filemón.Cuando Agapito regresó, siguieron en el convivio y no se quisieron regresar hasta enseñarle al pariente de don Toño, la salida de la luna que allí se aprecia de manera majestuosa. Alguien le recordó a Herculano que no había cumplido la promesa de platicarles sobre “Las Profesías de la Madre Matiana” y él simplemente les pidió que tuvieran paciencia y en la siguiente ocasión que estuvieran juntos se las iba a platicar.Tomaron camino de regreso, nuevamente por la Calle Real, y al llegar a la Plaza Principal, Jeremías gritó: Como dijo Chenguas, ¡Ando cayéndome, pero no de hambre, verdad de Dios!
Amables lectores, prosigamos filosofando y hagamos unas últimas reflexiones: ¿Cómo le haremos para devolverle a Las Chorreras su antiguo esplendor? ¿Cómo iremos reponiendo las piedras y la antigua forma de esos monumentos? Hagamos algo para volver a tener y disfrutar ese pedazo de paraíso que aun se puede recuperar.Gracias.

José Luis García Salazarwww.productividadorganizacional.com

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