Braulio Sánchez Muñiz

Personajes yurecuarenses

Braulio Sánchez Muñiz

Estimados lectores, quiero que me acompañen a honrar la memoria de este personaje representativo de la historia de Yurécuaro dentro de la época de la Intervención francesa y también ligado a una leyenda que recorrió nuestra región en aquellos años y es la que se refiere a “el Burro de Oro”.

No se tiene la fecha exacta del nacimiento de Braulio Sánchez, debido a que no se cuenta con documentos ya que en 1863, las tropas del general imperialista Alejo García, quemaron los archivos municipales; sin embargo, por los documentos que constan en los archivos de la Secretaría de Guerra y Marina, se estima que nuestro personaje, nació en 1838. Fueron sus padres, Josefa Muñiz e Ignacio Sánchez López. Tuvo dos hermanos, Ramón y Pascual.

El 25 de abril de 1854, siendo muy joven, Braulio ingresó al Ejército donde hizo una larga carrera, alcanzando el grado de Coronel en el Arma de Caballería. Estuvo primero como soldado en el 11º Batallón del Estado de Guerrero. Ascendió a sargento en enero de 1856 y el mismo año, fue Subteniente. Fue nombrado Teniente en 1858; Capitán, en 1859 y Comandante de Escuadrón (correspondiente a Mayor) en 1867. Finalmente, fue nombrado Coronel el 15 de abril de 1920, mismo grado que ostentó, ya como veterano del Ejército, los últimos 15 años de vida.

Uno de sus mayores logros militares ocurrió cuando el Ejército Mexicano (Republicano) derrotó a los imperialistas que defendían la ciudad de Zamora, Michoacán el 5 de febrero de 1867. Esta derrota, abrió las puertas para la victoria de las armas mexicanas que meses después terminaron con la Intervención francesa al ser fusilado Maximiliano de Habsburgo en la ciudad de Querétaro el 6 de junio de 1867. En la toma de Zamora, Braulio Sánchez estuvo bajo las órdenes del General Manuel Márquez de León y era Comandante de Escuadrón en la Brigada Sinaloa.

Posteriormente, el 9 de mayo de 1878, el presidente de la República, Porfirio Diaz, en su primer periodo presidencial, extiende un certificado de antigüedad en el ejército para Braulio Sánchez. Dicho documento estaba avalado por el General de División Ramón Corona en que hace constar que militó bajo sus órdenes combatiendo a las fuerzas que apoyaban a Maximiliano.
Con esa fecha, Braulio fue nombrado Comandante de Escuadrón Auxiliares del Ejército Republicano.

Con fecha 10 de octubre de 1882, Braulio Sánchez prestaba servicios en el Depósito de Jefes y Oficiales de Michoacán, donde permaneció hasta el 29 de noviembre de 1916 en el Consejo de Guerra de la Plaza de Morelia. Se retiró el 19 de octubre de 1917 pero en mayo de 1920, se adhirió al Plan de Agua Prieta y fue nombrado Coronel por el General Pascual Ortiz Rubio quien era Jefe del Movimiento Revolucionario en Michoacán. Braulio fue Juez Instructor Militar y 2º Vocal en el Consejo de Guerra en Morelia. Ya con fecha 16 de noviembre de 1930, el presidente de la República firma un Acuerdo Presidencial donde autoriza el reingreso al Ejército al Coronel Braulio Sánchez, quien ya para entonces era un veterano de guerra con más de noventa años de edad.

La Intervención Francesa.

En 1861 el presidente de la República, Benito Juárez, declaró una suspensión de pagos al extranjero ya que el país estaba saliendo de la Guerra de Reforma, también llamada Guerra de los Tres Años y no se contaba con fondos para el pago de la deuda. Gran Bretaña, España y Francia formaron una alianza para exigir que México les pagara y enviaron una armada que arribó al puerto de Veracruz en enero de 1862.

Manuel Doblado, quien era Ministro de Relaciones Exteriores, explicó nuestra difícil situación y tanto la Gran Bretaña como España, entendieron los razonamientos y retornaron a sus respectivos países. Sin embargo Francia, con Napoleón III a la cabeza, se quedó porque ya tenían planes de instaurar una monarquía títere en México para poder apoyar a los Confederados en la Guerra Civil Estadounidense y disminuir el poder que ese país estaba ejerciendo en toda América. Unos meses antes, una comisión de conservadores mexicanos a cuyo frente estaban Juan N. Almonte (hijo de José María Morelos), José Ma. Gutiérrez y José Manuel Hidalgo había persuadido a Napoleón III de apoyar la intervención. Mientras llegaba el nuevo emperador, los conservadores organizaron un gabinete para gobernar al país.

Por su parte, el ejército francés se dirigió a tomar la capital pero al querer tomar primero la ciudad de Puebla, fueron derrotados por los mexicanos bajo el mando del General Ignacio Zaragoza en la famosa batalla del 5 de Mayo de 1862. Después de unos meses, el 16 de marzo de 1863, los franceses sitiaron nuevamente a Puebla y derrotaron a los mexicanos. Se dirigieron a la ciudad de México donde Benito Juárez tuvo que abandonar la ciudad acompañado por su gabinete y mantuvo las funciones de gobierno en diferentes ciudades hasta 1867.

Mientras que por un lado, los conservadores tenían su gabinete de gobierno y controlaban unas ciudades, en otras regiones del país se disgregaron varios cuerpos del Ejército Mexicano (republicanos) y empezaron a organizar la defensa nacional. En Michoacán y Jalisco, encomendaron al capitán Braulio Sánchez y al Coronel Miguel Salcedo organizar una guerrilla que empezó a dar pelea desde Los Altos de Jalisco hasta Zamora y Uruapan.

Para acabar con estos brotes guerrilleros fue comisionado el General conservador Alejo García quien llegó a Yurécuaro el 17 de marzo 1863 buscando a Braulio Sánchez y a Miguel Salcedo pero como no los encontró partió rumbo a La Barca. Cuando iba por el camino a Los Pilares, 25 jinetes al mando de Salcedo y Braulio los derrotaron causándoles 18 bajas. Cuando los guerrilleros transportaron los cadáveres en carretas a Yurécuaro y queriéndolos quemar con leña verde, la gente del pueblo no lo permitió. Desde entonces Alejo García “se la sentenció” a nuestro pueblo y determinó arrasarlo. Para cumplir lo anterior, al frente de una tropa de 1300 soldados, el 4 de noviembre del mismo año, entró a Yurécuaro cometiendo infinidad de tropelías y asesinando a algunos ciudadanos, entre ellos Juan Álvarez y Juan Arellano. También incendiaron los archivos municipales, saquearon comercios y casas particulares y de esta forma se cumplió la venganza de Alejo García.

Después de este hecho, también se le puso precio a las cabezas de Braulio y Salcedo aunque ellos continuaron hostigando a las tropas pro-imperialistas en toda la región y formaron parte del Ejército bajo las órdenes del General Manuel Márquez de León. El 5 de febrero de 1867, Braulio Sánchez como Comandante de Escuadrón y el General Manuel Márquez de León como líder de la Brigada Sinaloa, entran a la ciudad de Zamora y posteriormente se les unen las fuerzas de los generales Ramón Corona y Nicolás de Régules y toman la ciudad de Morelia. Con esto se terminó el periodo de la Intervención francesa en el estado de Michoacán. Posteriormente, salen de la ciudad de México las últimas fuerzas francesas dejando solo al Emperador Maximiliano quien fue finalmente fusilado en junio de ese año.

José Francisco Velarde y de la Mora, “el Burro de Oro”.

Nació en Guadalajara en 1809. Hijo de José Crispín de Velarde y de Josefa de la Mora, quien era una mujer heredera de grandes propiedades y haciendas en La barca, Cumuato, San José, Buenavista, El Molino, (Vista Hermosa), que juntas formaban un gran latifundio que abarcaba parte del Lago de Chapala. Todas estas propiedades las heredó Francisco Velarde ya que solamente tenía dos hermanas que escogieron la vida conventual. Los abuelos maternos de Miguel Hidalgo, Padre de nuestra Independencia, eran originarios de La Barca y estaban emparentados con la familia de Francisco Velarde.

Aunque el padre de este personaje era abogado y en 1813, miembro del Real Consulado y de la Diputación Provincial, no logró convencer a su hijo a que estudiara una carrera y fue precisamente porque Francisco no sabía ni leer, que le apodaron “el Burro de Oro”.

Francisco Velarde fue una persona controvertida, alrededor de quien se tejió una leyenda que fue fundamentada en hechos que la gente comenzó a divulgar. Pasaba la mayor parte del tiempo en su casa (La Moreña) de La barca y en la Hacienda de Buena Vista; sin embargo, también hacía grandes fiestas en su casa-palacio de Guadalajara (esquina Av. Hidalgo y Pino Suárez) o en su Quinta Velarde y también en su finca de campo en Tlaquepaque (hoy Museo de la Cerámica).

Estas casas estaban amuebladas con lo mejor que importaba de Europa y tenían vajillas hechas de plata con incrustaciones de oro. En preparación de la visita que le prometiera Maximiliano, mandó a sus criados a Europa para que aprendieran a servir tal y como se hacía allá. Él mismo vestía con grandes lujos y como admiraba la vestimenta de los grandes generales europeos, en tiempos de Santa Anna, (a mediados de los años de 1840), compró el grado de General, por el cual desembolsó una gran cantidad de oro. Con esto, pudo lucir en toda ocasión, casacas recanadas de oro, botas con tacones de plata y oro, sombrero empenachado, banda y espada al cinto. El “general Velarde”, como se hacía llamar, tenía su propio regimiento y todos estaban uniformados también de manera lujosa. Los caballos y carruajes estaban adornados de tal manera que unos lo criticaban duramente pero otros, lo admiraban hasta el límite del servilismo (como ocurre en la actualidad con los “reinados” vigentes en el mundo).

Cuando Maximiliano de Habsburgo fue nombrado Emperador, Francisco Velarde asistió con su regimiento a una recepción en San Miguel de Allende; posteriormente, contribuyó al sostenimiento del Ejército Imperial y constantemente hacía lujosos regalos al emperador y lo invitó a pasar una temporada en sus dominios de Jalisco y Michoacán. Esperando que se cumpliera tal visita, se dice que Francisco Velarde contrató a muchos sastres y costureras para trabajar día y noche y hacer un toldo que se colocaría desde La Barca hasta Guadalajara con lo cual se protegería del sol al emperador.

Aunque la visita nunca se realizó, Francisco Velarde fue nombrado por el General Uraga, Prefecto y Comandante Militar del Departamento de Zamora.

También se decía que además de ser ateo, Francisco era una persona sin moral ya que tenía un harén de 50 mujeres pero eso sí, para que no hubiera envidias ni discordias, las sacaba a pasear vestidas con trajes iguales. Por otro lado, cuentan que era muy cruel ya que en una ocasión, cuando llegó tarde la persona que debía curarlo diariamente de una herida que tenía en la cabeza, Velarde la golpeó de manera inmisericorde pero cuando la vio tirada en el suelo, le arrojó una bolsa llena de monedas de oro. Él creía que con esos arranques de bondad compensaba lo malo que hacía. A pesar de esto que se cuenta de él, la mayoría de la gente lo quería y admiraba por algunos buenos actos como el siguiente: se dice que al ver que el Imperio de Maximiliano estaba llegando a su fin y que posiblemente él iba a tener dificultades por haberlo apoyado, repartió entre la gente cercana, parte de su inmensa fortuna.

Después de que los republicanos tomaron la ciudad de Zamora, el general Ramón Corona ordenó que todos los imperialistas de la región, se presentaran como prisioneros de guerra en un plazo de veinticuatro horas y si ni lo hacían, iban a ser perseguidos y fusilados. Francisco Velarde, ante la gravedad de la amenaza, se escondió en Zamora pero fue delatado por un peluquero y fue entregado al general Francisco Tolentino quien lo fusiló sin esperar a que llegara un indulto que emitió Benito Juárez, el cual llegó solo unas horas después del fusilamiento.

La leyenda de “el Burro de Oro”.

Cuentan algunos que cuando Francisco Velarde andaba huyendo en Zamora, como estaba pasado de peso, no pudo brincar una pequeña barda y allí fue aprehendido por Francisco Tolentino.

En tal momento, Velarde le ofreció, que si lo soltaba, le daría su peso en oro y aun más, “montado a caballo”, para que el rescate fuera más atractivo; sin embargo, el general no se dejó sobornar.

Otra parte de la leyenda nos dice que el indulto que envió Juárez sí llegó a tiempo pero que fue ocultado por unas personas de Zamora a quien Velarde les había prestado ciertas cantidades de dinero y vieron que si moría el “Burro de Oro” ya no tendrían que pagar. Dicen que sus últimas palabras fueron: “No soy ningún traidor, me matan por no pagarme lo que me deben”.

La otra parte de le leyenda y que está ligada a nuestro personaje es la siguiente: se decía que Braulio Sánchez había estado en el lugar donde aprehendieron a Velarde y que supo cuando algunos le prometieron falsamente que le iban a perdonar la vida y entonces, “el Burro de Oro”, les dijo dónde tenía escondida la inmensa fortuna en la hacienda de Buena Vista (Vista hermosa). También se decía que esa fortuna la habían repartido entre unos pocos y que Braulio había traído su parte a Yurécuaro.

Ahora bien, después de estos acontecimientos, Braulio Sánchez visitaba con regularidad nuestro pueblo pero nunca dio muestras de poseer esa parte de fortuna que decían, antes bien, vivía de manera sencilla con su sueldo de militar, mientras que otros sí se hicieron ricos al repartirse las propiedades de el “Burro de Oro”.

Lo que sí podemos decir de cierto, porque hay evidencias en su expediente militar, Braulio Sánchez, tuvo gran vigor y luchó denodadamente por sus derechos personales ya que, por cuestiones burocráticas, no le querían valer su grado de Coronel y sólo querían pagarle su pensión con una cantidad menor a la que le correspondía. También demostró su gran amor al trabajo y a la vida militar ya que incluso, pidió ser reincorporado a las armas, a una edad avanzada. Él participó de manera importante durante la Revolución de 1910 y en nuestro pueblo, siempre fue un referente importante en la vida social ya que tenía muchos amigos, entre ellos, al Dr. Alejandro O. Arce con quien le vemos en una fotografía, en 1935, cuando Braulio ya tenía noventa y siete años.

Muchas gracias por su lectura: José Luis García Salazar

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