Yerberos

La peluquería de Macario Valdovinos servía de “foro intelectual” donde se filosofaba ampliamente de todos los temas habidos y por haber. Acababa de hablar el “donjuán” del pueblo contándoles su última aventura: “La semana pasada que fui a llevar una carga de cacahuates a Uruapan, conocí a una muchacha. Yo creyéndola muy inocente, por poco y le hago la promesa de casorio. Me dejó frío cuando me dijo: hay que apurarle al gusto unas cuantas veces porque mañana le voy a pedir perdón a mis papacitos y les voy a decir que ya no lo vuelvo a hacer. Todos rieron de su ocurrencia y como siempre, casi nadie le creyó. En eso estaban cuando entró Herculano, el “Medallas” y se sentó en la banca poniéndose a platicarles sobre el accidente que le había ocurrido: “Esta vez trajeron la 'Ola' más grande que habíamos visto en el pueblo. El dueño de los juegos me iba a pagar cinco pesos por empujarla toda la noche. En una de las tandas, ya se había subido la gente y la Ola iba llena. Después de varias vueltas, me le quedé pegado para que me levantara a mí también, pero cuando iba mero arriba, se me resbalaron las manos y me di un zapotazo muy fuerte. Todos los que estaban alrededor, soltaron la carcajada y casi se meaban de la risa. Yo me levanté muy 'girito' como si no me hubiera dolido y le avisé al dueño que iba a mi casa a untarme un poco de árnica. En toda la noche no pude dormir de tamaños dolorones en las costillas y en el hombro y es hora de que no se me quitan”. Macario, que estaba afilando la navaja en el cuero para poder rasurar mejor al “faifitas”, le dijo:- Yo creo que el único que te puede curar es Esculapio Medrano ya que es el que mejor “soba” y se las sabe de todas, todas.- Sería bueno que me acompañaras a verlo, para que lo convenzas de que no me cobre caro. He visto que ustedes son buenos amigos. Le contestó Herculano.- Íbamos juntos a la Escuela “Morelos” y allí nos hicimos amigos. Me acuerdo que me platicó, cuando éramos chamacos, que su papá le puso el nombre que tenía porque quería que un día fuera doctor y como el dios griego de la medicina se llamó “Esculapio”, pos así lo bautizó. También me decía, que como no pudo costearle la carrera de medicina, su papá, lo mandó a estudiar con un pariente que vivía en un pueblo llamado Cuetzalan, en la Sierra Norte de Puebla. Macario le había dicho a Herculano que esperara a cerrar la peluquería para acompañarlo a su curación. Cuando ya iban de salida rumbo a la Calle de La Muralla, donde vivía Esculapio, Jeremías el “Faifitas” les dijo:- Yo los acompaño porque necesito comprar unas yerbas pa' la ronquera porque no puedo acompañar bien en los cantos al Profesor Cirilo y el Señor Cura me regaña mucho por los “gallos” que se me salen a la hora del The Deum laudamus. También le dijo a Macario que les contara sobre lo vacilador que era Esculapio.- Me acuerdo que cuando regresó de Puebla, casi nadie quería comprarle sus yerbas ni pagarle las consultas. Hasta agarró fama de “brujo”. Algunas mujeres ni se le acercaban porque era de los que se despedían con un pellizcón de nalga. Otras gentes no lo querían porque decían que era blasfemo y todo por una cancioncilla que siempre andaba diciendo: “Señor de la Bondad y el Buen Consejo,Te pido con fervor y devoción,Que me quites un poco lo pendejo,Y me aumentes bastante lo cabrón”.
Cuando llegaron con Esculapio, lo saludaron y los hizo pasar a su casa. Tanto Herculano como Jeremías desconocían la vivienda y se extrañaron de su contenido: por todos lados había animales disecados, ardillas, tlacuaches, aguilillas, víboras, tecolotes, murciélagos y de muchas otras especies. También vieron infinidad de costalitos conteniendo diferentes tipos de yerbas. Macario ya iba preparado para hacer la acostumbrada apuesta que consistía en ver si Esculapio tenía una yerba desconocida y si no la presentaba, perdía la apuesta. En determinado momento en que ellos seguían revisando la casa, Macario le dijo a Esculapio:- Ahora si te voy a ganar, porque apuesto a que no tienes la “uva de perro”.- Pues estas equivocado. Caminó hacia una alacena y sacó un paquete, al mismo tiempo que agregaba Aquí tienes la zarzaparrilla que así le mientan a la uva de perro.- En todos estos años que llevo de conocerte, nunca te he ganado, le dijo Macario.Y diciendo esto, para demostrar todo lo que su amigo sabía, iba mencionando el nombre de cada una de las plantas medicinales, y Esculapio las mostraba a Herculano y a Jeremías: la Yoloxóchitl o flor del corazón para el espanto, la melancolía o los nervios; el muicle, para aumentar la sangre; el estafiate, para el recargo del estómago; la genciana o la damiana o el escoromujo, para el dolor de cabeza; la planta de la virreina, para la bilis; la cincollagas, para el reumatismo; la nochebuena, para el dolor de menstruación; la mejorana, para el frío de la mujer; el colorín, para el dolor de muelas; el güinare, para las hemorroides, el hinojo de castilla, para cuando se va la regla (pa' el susto); el floripondio, para el dolor de espalda; las hojas de toloache cocidas con sebo, para las hemorroides; para el chincual, la rosa de castilla y la hierbamora (se baña a los niños). También presentó otras recetas escritas por Martín de la Cruz en el Códice Badiano y de otra obra prohibida por la Inquisición llamada: “El Florilegio Medicinal” de donde sacó nombres de plantas como el simonillo, la aceitilla, el tobardillo, la tripa de pollo, la siempreviva, la hierbasanta, la hierba del sapo, el chicalote, la espina del burro, la gobernadora, el poleo, la prodigiosa, el zoapatle y …. Se hubieran seguido varias horas, mencionando las propiedades curativas si no fuera porque Herculano ya se retorcía del dolor mientras que se recostaba en un petate que estaba en la habitación. Fue entonces que Esculapio empezó a pasarle los dedos por diversas partes del cuerpo para descubrir cuáles eran las más dañadas. Cuando le pasó dos dedos juntos por la nuca, vio que Herculano cerraba los ojos y emitía un quejido. Esculapio le preguntó:- ¿Te espantaste mucho en la caída?- Solo cuando ya estaba en el suelo y sentí un aleteo muy fuerte.- Eso fue porque tu nagual te abandonó.Todos quedaron un rato en silencio después de escuchar esta palabra. Posteriormente, Jeremías, le dijo a Esculapio:- ¿Cuéntanos lo que sepas sobre los naguales?El aludido no contestó de momento y solamente se rascaba la mollera y trazaba en el suelo unas letras, como si pidiera permiso a alguien para poder hablar. Pasado un buen rato, les dijo:- Les voy a platicar acerca de las creencias de la gente de allá de la Sierra Norte de Puebla y que se parecen en muchas cosas a las leyendas de otras partes de México. Ellos dicen que todas las personas están formadas por tres partes: el yollo, que es lo que conocemos como la voluntad; el tonal, que es la chispa o la razón y que es como la sustancia vital que nos mantiene agarrados al mundo y por último, el nagual, que es la parte animal que todos tenemos. Al mismo tiempo que una persona nace, nace un animal que comparte el destino de esa persona y es su nagual, el cual puede ser un coyote, un perro o un zopilote. Por eso Herculano escuchó un aleteo cuando se cayó; su nagual es un halconcillo y con el susto, se le salió el alma. El nagual de cada persona le presta sus capacidades, como por ejemplo, ver bien, correr más recio o tener resistencia y fuerza para vencer a otras personas. Ahora bien, el término nagual, significa también disimular o engañar y existen muchas personas que tienen el poder y pueden cambiar de forma para esconderse y engañar a los demás y a ellos se les llama brujos. Por lo tanto, toda la gente común tiene nagual pero no puede transformarse en animal. Los brujos que agarran la forma de animales tienen mucho poder ya sea para ayudar a curar a la gente o para “hacerle un daño” a alguna persona que alguien odia. Cuando un brujo con este poder está en su “tarea” de proteger, usa la adivinación para decirle al que lo contrata, las cosas que le van a ocurrir en lo futuro y también le interpreta sus sueños para lo cual el brujo come, toma o fuma algunas plantas que le hacen “ver visiones”. Durante la “consulta”, riega todo el lugar con flores, prende velas, quema copal y reza para obtener el perdón y la devolución de la salud o el regreso del alma perdida. Algunas veces mata una gallina o un pollo negro. Todo esto lo hace en la casa del enfermo porque, generalmente, allí es donde se pierde el alma. También acostumbra proteger las casas colocando una planta de romero al mismo tiempo que reza El Magnificat o la oración de San Silvestre y haciendo que el paciente se ponga su ropa al revés. Cuando un brujo va a hacer un encargo o “mala tarea”, primero se transforma en animal, para lo cual se coloca cerca de un fogón y empieza a rezar oraciones, que al principio son rezos cristianos pero después se mezclan con otras falsas letanías, dichos y hasta mentadas de madre que emborucan al que lo esté acompañando. Posteriormente, se pone unas alas de petate y empieza a aventar al fogón copal revuelto con pedazos de raíz de toloache y de la yerba del tornaloco. Después de esto y aunque ustedes no lo crean, el brujo-nagual se va volando y entra a la casa de la víctima y le chupa la sangre, dejándole las marcas de los dos colmillos. Al salir, riega el suelo con polvo recogido en las cuevas donde hay murciélagos lo cual, poco a poco irá enfermando a la persona a la que le está haciendo el daño. Estos brujos también provocan otras enfermedades como por ejemplo, acechan a su víctima para cuando está en la cama con su mujer y cuando está en “el grito final”, provoca algún ruido extraño y fuerte con el fin de que la víctima se espante. En este caso, lo que sucede es que la persona es muy vulnerable porque en “esos momentos”, su espíritu se encuentra separado de su cuerpo y puede enfermarse de cualquier maldad que el brujo quiera imponerle. Los brujos también pueden provocar esterilidad por enfriamiento de los genitales y otros muchos males como la depresión, la locura y hasta la muerte, todo según sea el odio que le tenga su enemigo y la cantidad de dinero que le pague al brujo-nagual. Ahora bien, todas estas cosas son más fáciles de ver allá en la Sierra de Puebla, a lo mejor porque la gente es más créida de eso. Aquí en el pueblo yo de lo que me acuerdo que ha sucedido es que a la gente como nosotros, a veces nos confunden, siendo que solo nos dedicamos a curar con yerbas porque a veces no hay doctores o cuando hay, cobran muy caro y la gente no les puede pagar. También ayudamos mucho para que los embarazos de las señoras vayan por buen camino ya que al final, la que ayuda siempre es Sarita Anaya, que vive allá por “la Tetilla” y ya ven que casi la mitad del pueblo le dice “madrina” porque ha sido la que siempre ayuda a la hora del parto. Otra de las cosas que quiero contarles, es lo que pasó hace algunos años cuando Tranquilino Chavolla no llegó en toda la noche a su casa. Al otro día le llegó a su esposa Ludivina diciéndole que le había salido un nagual y que lo había arrastrado por las vías del tren hasta donde está el tanque que surte de agua a los trenes y para demostrarle, le enseñó unos arañazos que traía en la espalda y también unos chupetones que traía en el cuello. Pasó el tiempo y le pasó lo mismo a Ludivina, es decir, no llegó una noche a su casa. Al día siguiente, como a las siete de la mañana, se presentó en su casa diciéndole a Tranquilino: “Fíjate que me salió el mismo nagual cuando iba a llevar unas naranjas que me encargó don José Dolores Macías al hotel Reforma que está al otro lado de las vías. Cuando iba más o menos por donde está “la Fija”, de repente me salió un bulto grandote que no vi porque ya estaba oscuro. El nagual me aventó un soplido muy fuerte y muy caliente que hizo que me desmayara y caí al piso y solo sentí como si me quisiera ahorcar y me apretó muy fuerte el gaznate. Desperté hasta hoy en la mañana y me vine a la casa y ni entregué las naranjas porque no las encontré”. Tranquilino nomás peló los ojos como diciendo para sus adentros: “que cabrona me salió ésta”. Después se supo en el pueblo que ese día, “la Fija” no dio el pitido con el que nos despierta a todos a las seis de la mañana y que vieron salir del taller a Ludivina poco antes de las siete de la mañana.- Yo digo que mucha gente tiene mala fe y solo usa de pretexto a los naguales, dijo Jeremías.Mientras se llevaba a cabo el relato, los dolores casi habían desaparecido del cuerpo de Herculano y ya se quería levantar del petate pero Esculapio todavía le dio varias sobadas y le dio a beber un té que tenía preparado en un cántaro y ya después de esto, le aconsejó que se estuviera sentado otro rato más y le dijo que tendría que volver a la siguiente semana. Jeremías aprovechó para preguntarle cuál era la mejor yerba para la garganta. El yerbero le contestó:- Tengo el sauco, el gordolobo y las hojas de camelina. Pero pensándolo mejor, te voy a preparar un té que te va hacer mejor efecto y diciendo esto, se puso a prepararlo: tejocote cocido y le agregó miel y una cucharada de vinagre y medio vaso de jugo de naranja y le dijo: “lo vas a tomar despacio, a cucharadas”. Entonces Macario le recordó que todavía no le había preparado el brebaje que le prometió a su tía Simona con el que le quería quitar lo briago a su esposo.- Mi tío Inocente, no quiere dejar el trago y siempre dice muy orgulloso: “Soy sobreviviente de la Toma de Zacatecas y de otras cien borracheras más”.Jeremías agregó:- Yo creo que es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse dónde.
Al salir de la casa de Esculapio, quedaron en visitarlo nuevamente cuando Herculano fuera a que le dieran la siguiente “sobada” y comenzaron a caminar hacia la Plaza Principal para ver la famosa “Ola gigante” que había ocasionado las carcajadas de la gente. En el camino fueron comentando lo bueno que era Esculapio para recetar yerbas y la suerte que tenían de tenerlo a él y a otros buenos curanderos como Benito, que vivía por allí cerca, en el barrio de El Guamúchil Grande y que siempre salía a las calles con su bicicleta cargada de costalitos de yerbas que proporcionaban la salud a la gente de Yurécuaro y ………. CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA.
Amables lectores, gracias por acompañarme.José Luis García Salazar

Los Buscadores de “entierros”

Herculano, después de mirar hacia donde le había indicado el “Faifitas” les dijo a sus compañeros que fueran juntos a ver el lugar donde estaba “la luz” que habían visto anteriormente. Se dirigieron cautelosamente hacia el centro de la huerta, por donde estaba una noria. Esperaban encontrar la “aparición” o sea, la viejita y la luz que traía alumbrándola. Al llegar a la noria, la luz había desaparecido por lo que empezaron a respirar tranquilos. Jeremías dijo:- Yo creo que era una luciérnaga.- Todavía no es tiempo de que alumbren, dijo Atanasio.Esperaron un rato más y Macario se puso a rezar El Magnificat en voz alta y les dijo que prendieran el cirio y que le dieran varias vueltas a la noria meneando la palma bendecida en Semana Santa y que habían llevado para defenderse de El Ánima. En eso estaban cuando Jeremías volvió a descubrir “la luz” pero ahora estaba posicionada en la barda que daba a la fragua de Luis Valdez, como a treinta metros de donde estaban. Con mucho miedo, empezaron a caminar echando por delante a Macario, porque según le dijeron: “tu eres el experto y además estás santificado con el escapulario que traes de La Adoración Nocturna”. Cuando llegaron a la barda, “la luz” ya se había metido al patio de la fragua. Macario dijo:- Mientras yo sigo rezando, súbete a la barda Atanasio y asómate para ver en qué lugar está “la luz”. - Yo tengo riumas y además, no deviso bien desde lejos, contestó el aludido.- Yo me asomo, porque como van las cosas, ya se acabaron los valientes o se les arrugaron los tanates, dijo Herculano y después de subirse a la barda empezó a decirles lo que estaba observando: “Veo como si “el espanto” fuera una mujer vestida con una tela vaporosa de color azul claro”. “Está sentada arriba del montón de carbón que usan en la fragua y que está junto al yunque donde enderezan los fierros”. “Ora veo como si el tronco donde está el yunke, estuviera ardiendo”. Después de esto le dijo a Jeremías que se subiera para comprobar también lo que veía, pero rápidamente le contestó:- ¡Yo no me subo porque traigo una hernia y no vaya a ser que se me reviente!Mientras Herculano estaba encaramado arriba de la barda mirando hacia adentro de la fragua, los otros estaban expectantes, aun llenos de miedo que les corría por todo el cuerpo. Pasó mucho tiempo y Herculano bajó a descansar porque ya tenía las piernas entumidas. Mientras tanto, los demás le preguntaban más detalles sobre “el espanto”; pero él no les contestaba, y sólo se les quedaba viendo.Los cuatro se quedaron callados esperando que alguien decidiera lo que iban a hacer enseguida. Por una parte, ya querían irse del lugar pero por la otra, aun estaban llenos de codicia y estaban poseídos por el deseo de hacerse ricos con el tesoro que creían iban a encontrar. De cuándo en cuándo, Herculano volvía a subirse a la barda para mirar hacia la fragua y bajaba con su actitud callada sin hacer caso a las preguntas de sus compañeros.Para romper el silencio, el “Faifitas” preguntó:- ¿Por qué se habrá venido a meter El Ánima en este lugar?Atanasio contestó:- Pos dicen que aquí había un corral que era de don Eleuterio Bravo y que se los rentaba a unos arrieros que en una ocasión se pelearon entre ellos porque no se pusieron de acuerdo en un dinero que traían cargando en la recua. Dicen que mataron a la mujer de uno de esos arrieros y que la enterraron en el corral.- Yo todavía recuerdo que se hablaba mucho del tal Eleuterio, dijo el “Faifitas” y agregó: decían que no le gustaba ir al templo y que siempre presumía de que “con unas misas gregorianas y con un buen arrepentimiento, cualquiera se le pela al diablo”. También era muy afecto a decir que “después de la muerte, el hombre vale menos que un buey, porque a éste se le aprovecha el cuero y el hombre, aunque tiene cuernos, no le sirven de nada”.- También cuentan que Eleuterio era tan mujeriego que hasta se le hizo morir en las faldas del cerro, comentó finalmente Atanasio.Las horas pasaron y a final de cuentas, tuvieron que abandonar la huerta porque ya los gallos empezaban a cantar. Acordaron verse al siguiente día y continuar con el plan para hacerse ricos.Al día siguiente, a media tarde y ya estando todos reunidos, esperaron a que Macario terminara de rasurar a un cliente y después se pusieron a deliberar. El primero que habló fue Atanasio:- Yo creo que debemos escoger bien el lugar donde vamos a escarbar. Debe ser en alguna de las casas viejas donde dicen que hay dinero enterrado. Ay están las casas del portal o la de los Vázquez, allí en la esquina de la calle Real con la Victoria. Aunque también dicen que hay un buen “entierro” en el corral que está atrás de la cantina “La Rata Muerta”.- Yo creo que mejor debemos ir a escarbar al Camino Real. Mi abuelo me contó que una madrugada cuando iba rumbo a Santa Fe, oyó un grito muy feo, como si le hubieran machucao la madre a alguien, dijo “el Faifitas”.- ¿Dónde mero fue eso que dices? Le preguntó Macario.- Pos me dijo mi abuelo que fue pasando “El Guayabo” de los García.Todos estuvieron de acuerdo en continuar su aventura en el Camino Real y le encomendaron a Jeremías que investigara bien el lugar donde iban a escarbar primero. Macario repartió algunos otros pendientes que había que hacer y le dijo a Atanasio y Herculano que llevaran los utensilios necesarios.En la fecha señalada, y que se escogió por ser de luna llena, montaron en las cabalgaduras que habían conseguido: dos buenos caballos y dos mulas grandes, ya que, como lo habían platicado, “tenían que soportar una buena carga de oro”, que esperaban desenterrar. Cruzaron el puente y vieron que el río llevaba buen caudal por ser tiempo de aguas. A buen paso llegaron a El Salitre y después pasaron frente a la entrada de El Guayabo y como a trescientos metros, cerca de donde hay un “vallado”, encontraron el mezquite señalado donde el abuelo de “el Faifitas” había escuchado el alarido hacía mucho tiempo. Hicieron sus mediciones y de repente, Macario se paró junto al cauce del arroyo que por allí pasaba y que en esos momentos estaba casi seco y dijo: “Aquí mero hay que rascar! Todos siguieron el procedimiento que anteriormente habían practicado: primero, rezaron: “Salgan, salgan, ánimas de sus penas…..” En seguida rezaron una docena de veces: “Por los agonizantes, oremos……” Como tercer paso recitaron dos veces la “Maldición a los Cátaros” y después rezaron El Magnificat al mismo tiempo que prendían el cirio y meneaban la palma bendita alrededor del lugar donde iban a rascarle a las ánimas que cuidaban el tesoro.Macario también les advirtió: “Si sale un toro bufando o una mula reparando, recuerden que es por el cuero donde está guardado el oro y no se vayan a cagar en los calzones”. “Lo que deben hacer es mentarse la madre ustedes mismos para ver si así se les quita el miedo”. Entonces Jeremías lo interrumpió y dijo: - ¿Y qué va a pasar si el ánima nos pide que escojamos al que se va a morir como pago para poder sacar el entierro?¿cómo lo escogemos?¿echamos un volado para jugárnosla o qué?- No nos eches la sal y mejor espérate a ver lo qué dicen las ánimas, comentó Herculano.
Volvió a hablar Macario:- Lo que si les digo que va a pasar de cierto es que una vez que empecemos a rascar, se van a escuchar los quejidos del diablo que está cuidando el tesoro enterrado. Al principio no son tan fuertes pero en cuanto ya le estemos llegando al mero lugar, se van a oír más y más fuertes y va a haber quejidos en la tierra que ya esté amontonada afuera del hoyo y también se van a oír los quejidos en la tierra que estemos pisando abajo. Van a ser puros gruñidos de las ánimas como si las estuviéramos despertando antes de tiempo. También van a gruñir las piedras que están en la cerca que está junto al mezquite. Recuerden también que si el que le esté rascando empieza a ver que salen los vapores azules debajo de la tierra, ¡debe salirse en chinga! Porque si no, se va a envenenar y ni siquiera se va a gastar un tostón de lo que saque.- Oye Macario ¿y qué vamos a hacer con esos dos cántaros llenos de carbón que trajimos?, alguien le preguntó.- Lo que sucede es que si no cumplimos todo lo necesario o si las ánimas no quieren darnos su merced, a la hora de cargar con el oro, se va a convertir en ceniza. El carbón es para dárselo y ver si lo quieren en lugar de la ceniza, que parece ser, les gusta mucho.Cuando ya habían terminado todos los ritos, aunque se miraban algunas nubes en el cielo, no le quitaban su esplendor a la luna que brillaba intensamente. A lo lejos se escuchaban algunos ladridos de los perros del rancho de La Noria y también se escuchaban aullidos de algún coyote que andaba en la higuera del cerro cerca de la vereda que va al rancho de La Víbora. Se pusieron a escarbar por turnos y habían acordado hacerlo muy rápido para no dejar que el día los agarrara en la faena ya que no tendrían argumentos para explicar lo que hacían, a la gente que los viera.Conforme iban avanzando en la excavación, empezaron a darse cuenta que ocurrían cosas un tanto inexplicables: primero vieron que la luna seguía en su lugar pero ya no tenía tanto brillo y que parvadas de murciélagos pasaban sobre ellos de manera insistente y aunque no los atacaban, si les causaban inquietud por lo raro del fenómeno. Después, alguien notó un aleteo muy fuerte que provenía de la huizachera y después, el ruido se pasaba a alguno de los mezquites que había alrededor y aunque dijeron que era una lechuza, no quedaron del todo convencidos. Pasó algo de tiempo y notaron también que la noche si iba haciendo más y más oscura, en parte debido a lo sombría que se había puesto la luna y en parte a algunas nubes que de pronto empezaron a llenar el cielo. En eso estaban cuando alguien dijo que pusieran mucha atención porque a lo lejos se estaba escuchando el repique de una campana. No sabían ni reconocían si eran las campanas del templo de La Rivera o de Yurécuaro y de pronto, como por arte de magia, escucharon el sonido en el lado totalmente opuesto, como si viniera del rumbo de Santa Rita. Mientras todo esto ocurría, Macario dijo:- Es necesario que escarbemos más rápido. Y agregó ¿Quién estaba rascando?- Yo me salí porque ya me tocaba descansar. Ahora le toca a Jeremías dijo Herculano.El aludido se metió al hoyo que ya llevaba más de un metro de profundidad pero a los pocos minutos dio un grito pavoroso al mismo tiempo que soltaba el pico y caía de espaldas. Todos vieron salir arrastrándose una gran mancha peluda y negra que primero pasó por encima de la cara de Jeremías dejándole unos arañazos marcados y después saltó fuera del agujero para irse a perder detrás de la cerca. Atanasio corrió en sentido contrario a donde se había ido la sombra y Herculano se quedó sentado sin decir una palabra. Pasaron los minutos y solo se oían a lo lejos las campanas. Por fin Macario se arrimó al hoyo y dando un salto, se puso al lado de Jeremías quien aun parecía desmayado o cuando menos, tenía los ojos cerrados para no ver nuevamente “la aparición”. Macario se puso a examinar las paredes y después ayudó a salir a su compañero y ya cuando estaban nuevamente los cuatro reunidos les dijo:- Era un tlacuache.Se le quedaron viendo sorprendidos. - ¿No sería un nagual?, le preguntó Herculano.- ¿Por qué crees que era un nagual? preguntó Atanasio. Agregó Macario:- Cuenta la leyenda que si alguna persona descubre dónde hay un “entierro”, debe poner a cuidar a su nagual el lugar, para que nadie más lo saque.
Mientras que los demás estaban muy asustados, Macario decidió continuar escarbando hasta encontrar el tesoro. Sin embargo, pasado un tiempo en que ya casi llegaba a la profundidad de dos metros, se soltó de repente un tremendo aguacero que poco a poco fue inundando el agujero y destruyó el trabajo que habían realizado durante varias horas. Macario salió con dificultad y todos se fueron a arrimar a la cerca para guarecerse un poco del diluvio que estaba cayendo. Al poco rato, por el arroyo seco cerca de donde estaban cavando, bajó del cerro un gran caudal que arrastró todos los utensilios que llevaban y por poco se lleva también a las mulas y caballos. Ya estaba amaneciendo cuando dejó de bajar agua por el arroyo y fue entonces que descubrieron que no había quedado ninguna huella del lugar donde habían rascado, como si realmente, las ánimas se hubieran encargado de eliminar los intentos de quitarles su tesoro.Empapados, sucios, espantados y sobre todo, decepcionados, emprendieron el retorno y al llegar al puente se instalaron bajo el tejabán de doña Secundina Montejano a tomarse una “agüita” para prevenir los resfríos y también para curarse “el espanto”.Pasaron muchos días, Atanasio llegó a la peluquería de Macario y acordaron llamar a Herculano y Jeremías para determinar si ya le paraban a sus ansias o si iban a hacer otro intento por hacerse ricos. Como la codicia pudo más, decidieron probar otra vez, aunque bien sabían que arriesgaban nuevamente la vida ya que el susto sufrido los había dejado escaldados. Para escoger el nuevo sitio donde buscar, pusieron dos alternativas: irse por el Arroyo de los Cerezos hacia arriba del cerro hasta dar con la Cueva de la Poblana o buscar por el Camino Real con rumbo al rancho de El Zapote. Escogieron la segunda opción y en la fecha acordada, consiguieron otros picos, barras, palas y martillos para cavar ya que, como dijimos anteriormente, los otros se los había llevado la “crecida” del arroyo. Ya en el lugar seleccionado, hicieron los ritos acostumbrados y se pusieron a rascar con ahínco. Pasaban las horas y vieron que el hoyo no había avanzado mucho ya que se toparon varias veces con grandes piedras. Ya casi amanecía cuando decidieron “dejar por la paz” el sitio y regresaron al pueblo.Después de este intento, los “buscadores de entierros” ya no hablaron de volver a ir juntos a una nueva búsqueda. Tiempo después, por boca de otra gente, supieron que Atanasio había ido a La Capital y se había traído un aparato “detector de metales”, que según él, lo sacaría de pobre. También supieron que su mujer constantemente lo regañaba porque: “la dejaba sola por muchos días mientras que él se iba, nosépadonde y regresaba casi siempre, arañado y con genio de 'losmildemonios”.
Amables lectores, todos en Yurécuaro, tenemos no una sino varias leyendas y relatos que contaban nuestros abuelos o que les oíamos a otras personas. He querido hacer una semblanza de una parte muy pequeña de recuerdos guardados en la memoria de nuestro terruño y les agradezco haberme acompañado a revivir estas andanzas.
José Luis García Salazar