Aída Gil Salazar

Vayan estas humildes líneas como un homenaje a quien formó a miles de yurecuarenses a lo largo de más de setenta años. Con su ejemplo nos entregó docencia y decencia.

Ella tuvo vocación y amor por lo que hacía cotidianamente.


La maestra “Elisita”, quien también nos dedicó su vida, fue la madre de la maestra Aída. Su padre fue Filogonio Gil. Trabajó como telegrafista bajo las órdenes del general Villa en la Hacienda de Canutillo en Durango y fue quien recibió la noticia del asesinato del general revolucionario el 20 de julio de 1923. Probablemente fue de los pocos que se atrevieron a acompañar el cadáver del líder guerrillero cuando lo velaron en el hotel Hidalgo de Parral, Chihuahua donde había ocurrido la emboscada.

Posteriormente la familia Gil Salazar se trasladó al estado de Jalisco, habiendo vivido en La Barca y Atequiza. En Guadalajara, la maestra Aída realizó sus estudios en el Instituto Musical graduándose como maestra de música, con especialidad en pianísitica en 1935. Posteriormente se quedó a vivir en Yurécuaro e ingresó a la Escuela Primaria Federal “Lázaro Cárdenas” (cuyo nombre se sustituyó posteriormente por el de Escuela Primaria Federal “Constitución de 1917”).

Ella continuó su preparación personal graduándose como Maestra Normalista en 1951.Por esos años, la maestra Aída impulsó fervientemente el cariño por la música y en todos los festejos patrios de la década de los años 50´s ayudó en la realización de muchos eventos que hicieron de nuestro terruño uno de los sitios más alegres de la región. Por esas fechas, también formó parte del Quinteto de los Hermanos Macías, (a quienes también debemos honrar).

A ellos los acompañó en sus conciertos por muchas ciudades de Michoacán y Jalisco y se presentaron en las transmisiones que difundía la XEZM de Zamora en el programa “Michoacán en Marcha”.



En otro ámbito en el que la maestra Aída trascendió fue en el político ya que como representante del Ayuntamiento en el trienio 1957-1959 fungió como presidenta municipal el último año del mismo. Cabe agregar que hasta la fecha, ha sido la única mujer que ha ocupado tan importante cargo en nuestro municipio y en todo el estado de Michoacán, fue la segunda mujer al frente de un gobierno local. En tan solo un año de su gestión y con poco presupuesto como se estilaba en aquellos años, realizó muchas obras por lo cual es digna de elogios.

Sin embargo, por lo que más la debemos recordar es por el hecho de haber salido avante en un ambiente donde los hombres, por lo general, le dejamos poco espacio para desenvolverse a las mujeres. La maestra Aída fue pionera en todo México en lo que respecta al ejercicio del derecho que tienen todas las mujeres por condiciones de igualdad en todos los campos del quehacer humano. Debido a esto, ella se ganó un lugar en la historia. Ahora le pido al lector que se remonte al Yurécuaro de hace cincuenta años, cuando ocurrieron estos hechos.


Piensen en todas las barreras que tuvo que haber librado esta mujer, pequeña en estatura pero grande en determinación y con la convicción de que todos sus esfuerzos y penurias valían la pena porque los hacía por su querido pueblo. Una dificultad que tuvo que vencer en ese entonces fue la de aclarar una acusación que se hizo durante la investigación del choque de trenes frente a La Estación. Se rumoraba que había sido producto de un sabotaje por parte de algunos seguidores del líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo.

También se dijo que los saboteadores habían tenido demasiadas libertades para actuar en el pueblo y que por eso habían logrado su cometido. Se aclaró que existía un destacamento de soldados encargado de las Vías Federales y por lo tanto se deslindaron responsabilidades y la maestra Aída libró una barrera más en su camino. De lo que no se pudo salvar fue de pisar la cárcel.

Esto ocurrió en 1968 cuando fungía como presidenta del Consejo Municipal Electoral y durante las elecciones para renovar el Ayuntamiento se desaparecieron unas urnas. Como ella era la responsable de todo el proceso electoral, debió permanecer en el “bote” durante ocho días mientras se aclaraba el asunto del cual también salió libre de culpa.Los maestros de la Escuela Primaria Federal “Constitución de 1917”, en sus inicios con otro nombre, tuvieron que pasar muchas dificultades para poder cumplir su misión docente ya que tenían que impartir sus clases en casas particulares que amablemente facilitaban algunos padres de familia.

También utilizaban la Casa del Comisariado Ejidal y en 1937 la escuela se instaló en el lugar que ocupa actualmente. Catorce años más tarde, la maestra Aída fue nombrada directora de la escuela y a partir de entonces, miles de alumnos fueron guiados por sus enseñanzas y sus consejos.Posteriormente, en los inicios de la década de los 60´s muchos padres de familia y maestros se unieron para hacer realidad un sueño: tener una escuela que permitiera a la gente de Yurécuaro continuar sus estudios secundarios y no tener que desplazarse hasta La Piedad.

Fue así como nació La Escuela Secundaria “Justo Sierra” que funcionó en distintos locales y con horarios un tanto irregulares ya que teníamos que aprovechar las horas disponibles de los distintos profesores y por lo tanto íbamos en la “madrugada”, a mediodía y por la tarde. Fue en esta época que tuve el privilegio de conocer a la maestra Aída y recuerdo dos anécdotas. En una ocasión nos estaba enseñando a cantar y le dijo a mi gran amigo Jorge Chavolla (q.e.p.d): “Mira Jorgito, mejor tú acompáñanos con la boca cerrada, al cabo ya tienes tu calificación aprobatoria” y mi amigo sonriendo nos siguió acompañando con un mmmmmmm.

En otra ocasión, estábamos los de mi grupo ensayando una canción y yo considero que nos estaba saliendo perfecta, cuando de pronto, le cae un gato a una de mis compañeras y debido a la conmoción, tuvimos que suspender el ensayo que tan bien iba. Cabe aclarar que el gato no brincó solo sino que fue lanzado por alguien de los de primer grado.La maestra Aída, ni en esta ni en otra de muchas travesuras nos faltaba al respeto a la hora de llamarnos la atención. Ella respetaba a todo Ser humano que tenía enfrente con lo cual nos dejaba intacta nuestra autoestima y con ello nos dio valores humanos que ahora debemos transmitir a las nuevas generaciones.

Quiero terminar con un extracto de esta canción que nos enseñó. Fue escrita por el poeta oaxaqueño Samuel Mondragón y que en parte dice:
“Cántaro fiel”
Barro de fe, barro de amor Vibrando santa melancolía. Símbolo fiel de dolorQue canta la raza mía ……..
….. Cántaro fiel, timbre racial, Del zapoteca bronceado y fuerte,Ya lleves agua o mezcal,nos sirves hasta la muerte…….
La maestra Aída, como este cántaro fiel, seguirá “sirviendo” a Yurécuaro porque su ejemplo seguirá presente en nuestros actos por muchas generaciones más.Gracias por honrar su memoria.
José Luis Garcíawww.productividadorganizacional.com

Eduardo Huaracha Farías

“Aquí en las riberas del Lerma onduloso, que corre en un lecho de gala y verdor,un pueblo se eleva: Yurécuaro hermoso, se arrulla entre flores con cantos de amor ……”

Así comenzaba El Caballero su participación declamatoria en todas las ocasiones en que le tocaba estar en su terruño, fueran éstas las fiestas del “día ocho” o en las fiestas patrias de septiembre. Él se subía al kiosco al mismo tiempo que toda la muchachada se ponía a dar vueltas, las mujeres hacia un lado y los hombres para el otro. Mientras algún pretendiente, después de aventar varias serpentinas “de las buenas”, que eran de celofán, le lanzaba también a la mujer amada la obligada pregunta: ¿no me corresponde? El Caballero continuaba el extenso poema del ilustre Austacio Zepeda y quizás bajo el embrujo de esas cálidas palabras, muchas mujeres dieron el ¡SI! Iniciando así el origen de muchas familias actuales.

Muchos de nosotros también recordamos la risa y sonrisas francas de este personaje que por tanto tiempo dio orgullo a Yurécuaro.Ya lo cita, quien nunca dejará de ser nuestro gran amigo Fidelmar Banda (q.e.p.d.) en su libro: “Pinceladas de un pueblo…”, El Caballero Huaracha nació en 1904 y murió en 1986. Hijo de Francisca Farías y Eduardo Huaracha. Recibió los primeros conocimientos de parte del que fuera un gran maestro Gerardo López Durán en la Escuela Estatal para varones, localizada en lo que hoy es el Mercado Municipal y que en los siglos 18 y 19 correspondía a los terrenos del El Corral del Rey.

Siendo muy joven y en parte debido a los tiempos tan violentos que se vivían y en parte por su anhelo de superación, se fue al “norte” y se afincó primero en San Diego. Anduvo en otros lugares hasta que encontró un buen trabajo en la Empacadora Wilson de Los Ángeles. En ese lugar y debido a su porte y complexión física, nadie creía que fuera mexicano; unos decían que era irlandés y algunos otros le decían, medio en broma, que era un espía ruso bolchevique y que se hacía pasar por mexicano de Yurécuaro con tal de disfrazar sus actividades clandestinas.

De cualquier forma, en la empacadora llevaba a cabo la tarea de matar las reses y él comentaba posteriormente que “acepté la encomienda porque no me había gustado la forma en que ejecutaban a los pobres animales”; decía que “esos güeros pendejos no le atinan bien y parece que están quebrando piñatas”. Contaba lo que les había dicho en esa ocasión: “cabrones, les voy a soltar un buey de esos en un corral para ver si se animan a darle tantos mazazos al pobre animal”.

El Caballero era una buena persona y aceptó el oficio para hacer menos brutal la maniobra.Su apodo se originó en una ocasión en que peleó en Los Ángeles contra George Claire al cual derrotó y dejó muy maltratado a tal grado que no podía recobrar el sentido. Eduardo, ayudado por el referee, depositó a su adversario gentilmente en su banquillo y a partir de entonces, la prensa de Los estados Unidos le empezó a llamar “El Caballero”. Sin embargo, ya cuando nuestro personaje se había retirado de los cuadriláteros les contaba otra versión a sus amigos de Yurécuaro. Decía que en esa pelea, noqueó a Claire y al estar esperando que el referee contara del uno al diez, como debe ser, o sea tardándose solo un segundo cada vez que se baja la mano, veía que dicho referee se tardaba casi tres segundos en cada bajada de mano y además, en una ocasión en que El Caballero se le acercó para decirle en español “bájala más rápido”, el referee le hizo la seña de que se fuera a su esquina y en lugar de continuar en el “cinco” donde ya iba la cuenta, volvió a iniciar desde el “uno” y fue entonces que fue a decirle: “listen, son of a b…” (óyeme, ca… se nos va a morir este cristiano y a mí es al que van a echar al bote). Entonces fue que el referee aceptó que le ayudara a llevar al rival a su esquina donde tardó varios minutos en despertar y ya cuando El Caballero vio que no estaba tan atarantado, entonces por fin pudo respirar tranquilo.El Caballero contaba también que conoció a un peleador chicano que se anunciaba como “Bert Colima” y que en realidad se llamaba Epifanio Romero pero se había cambiado el nombre para que sus padres no estuvieran preocupados al saber que se dedicaba a tan peligrosa profesión.

También relataba que estando en Los Ángeles lo habían invitado a representar a México en las Olimpiadas de Ámsterdam pero que no había podido juntar el dinero para el pasaje. Decía en sus amenas charlas con sus amigos que en México se había iniciado el boxeo profesional cuando él contaba con 24 años y que se hacían buenas peleas en el antiguo Toreo de la Condesa de la capital mexicana y pagaban solamente diez pesos a los principiantes, cincuenta a los medianeros y 200 a los estelares.

Allí había conocido a un gran peleador llamado Rodolfo Casanova que había nacido en León y que semana tras semana se subía al ring a ganarle a cuanto rival le pusieran enfrente; desgraciadamente, las costumbres en el ambiente boxístico estaban tan viciadas que poco a poco lo habían seducido y Casanova se pasaba la mitad del tiempo en los cabarets y la otra mitad en las delegaciones. Lo derrotó su propia sombra y el cúmulo de malos entrenadores y amigotes que lo hacían pagar las cuentas y hasta las propinas. Ya para 1959, con sus cualidades exprimidas, le pagaron un poco de dinero por aparecer en la película “Guantes de oro” y su participación se limitó a una frase que dijo con tristeza: “esta pelea la tengo que ganar” y se refería a su lucha contra el alcoholismo. El caballero contaba que había tratado de aconsejar a Casanova y a otros boxeadores que caían en las redes de los malos promotores y delincuentes del ambiente. También decía que “Gracias a Dios” él había sabido apartarse a tiempo.

Con respecto al cine, el Caballero le gustaba ir a ver las películas El ídolo de barro con Kirk Douglas y La pelea nunca termina protagonizada por su ídolo Joe Louis y las veía varias veces por el mismo boleto. También contaba que estando en el ambiente del cine, lo consultaron cuando estaban filmando Campeón sin corona de Alejandro Galindo aunque después le escamotearon la paga que le habían prometido.El Caballero también relataba que frecuentó al compositor Luis Pérez Meza quien también había sido boxeador y tenía el sobrenombre de Kid Mundial. Que entre pelea y pelea y viendo lo difícil que es la vida, compuso su famosa canción “El Barzón”. Decía el Caballero Huaracha que Luis Pérez Meza era muy luchón y que gracias a eso, la XEW le dio un reconocimiento.

Estando allí, invitó al Caballero a acompañarlo a las Islas del Pacífico porque iba a cantarles a las tropas mexicanas del Escuadrón 201 ya que por ese entonces, 1945, participaban en la Segunda Guerra Mundial. Habían planeado que después de cantarles a las tropas iban a dar una pelea de exhibición. Después de la invitación, El Caballero estaba muy ilusionado pero desgraciadamente tuvo que suspender el viaje porque tenía un familiar muy enfermo.El espacio para escribir se termina y hubiera querido tener el doble para recordar en estas líneas la figura de este amable yurecuarense que nos ha heredado varios valores personales a seguir por nosotros y los jóvenes que vienen detrás de nosotros. Nos deja su ejemplo de constancia, pundonor y valentía casi suicida al pelear.

También debemos recordarlo como una persona que hizo honor a su nombre ya que la lealtad y cortesía aunados a su gran alegría y optimismo por la vida lo hicieron digno de reconocimiento por todos nosotros.Gracias por su lectura: José Luis García Salazar

Guanax

En este artículo quiero hablar de quien inició el linaje “yurecuarense” propiamente dicho ya que Guanax es la primera persona originaria de Yurécuaro de quien se tiene noticia registrada históricamente. Vuelvo a citar la obra del Dr. Francisco Miranda: “Yurécuaro, Monografías Municipales del Estado de Michoacán” y también la obra: “Relación de Michoacán” capítulo XXIX: “Cómo vino Nuño de Guzmán a conquistar a Xalisco e hizo quemar al cozonci”.Era el 5 de febrero de 1530, Nuño de Guzmán se dirigía al norte de Michoacán y a Jalisco a consolidar la Conquista; llevaba preso a Tangaxoan II último rey purépecha a quien ya le había exprimido hasta el último pedazo de oro y plata que le quedaba. El español estaba temeroso que Tangaxoan se rebelara y le habían dicho que en Cuinao o en Coina (por el rumbo de Atotonilco) o por Cuynapan (en el estado de Guanajuato) se estaban preparando para atacarlo, 8000 guerreros purépechas. Las tropas españolas se habían asentado a orillas del Rio Grande en Conguripo (cerca de Angamacutiro). Una de sus patrullas de avanzada había capturado a un “indio chichimeca naguatlaco tarasco” al cual le preguntaron su nombre y contestó: Guanax. Le preguntaron de dónde era y les dijo: de Yorecuaro. Le preguntaron por qué te traen preso y contestó: iba de mi pueblo a Zináparo por maíz y me prendieron.Después lo siguieron interrogando sobre la gente de guerra que estaba apostada para atacarlos, que cuántos eran y quién los mandaba. Contestó que no sabía “ni había visto que haya gente de guerra en dicho pueblo”. Le preguntaron: ¿esa gente de Cuinao sirve al Cazonzi? Y contestó: “Antes eran enemigos, ahora son amigos y sirven a Cazonzi”.Cabe agregar en este punto, que la historia nos dice de Nuño de Guzmán que tenía la habilidad para hacer confesar a cualquiera y no dudaba en utilizar procedimientos brutales como el “aperreamiento”. Éste consistía en amarrar a los prisioneros en una gran estaca y después les soltaban uno o dos perros hambrientos que los iban destrozando poco a poco. Probablemente a Guanax lo convencieron de que dijera lo que los españoles querían oír y confesó que en Cuinao sí había gente de guerra y que la mandaba un jefe llamado Cipaque. También confesó que el señor de Yorecuaro había matado a dos españoles y que dicho señor ya había muerto, aunque no dijo si había muerto en batalla o por otra causa.Con esta confesión, Nuño de Guzmán obtuvo el pretexto para ejecutar a Tangaxoan y el 14 de febrero mandó que lo ataran de pies y manos y que le pusieran una soga en el cuello; enseguida, lo amarraron a la cola de un caballo que lo arrastró por las calles del pueblo. Posteriormente, fue llevado a las orillas del río, lo ataron a un madero y lo estrangularon. Finalmente, quemaron el cuerpo y regaron las cenizas en el Río Grande.Con el fin de conocer un poco más el ambiente en que se desenvolvía nuestro protagonista, quisiera hacer ahora un recorrido imaginario acompañando a los ancestros de Guanax. ¿De dónde llegaron los primeros pobladores de nuestra región? El tema es muy extenso y por el momento solo analizaremos dos posibilidades: eran miembros del reino de Chupícuaro o eran parte de los integrantes de la Peregrinación de los mexicas que venían del norte y se asentaron finalmente en la Gran Tenochtitlan.Sobre la primera posibilidad, podemos decir que la cultura de Chupícuaro se desarrolló en el occidente de México desde el Altiplano Central hasta los actuales Estados de Nayarit y Colima. Su principal sitio arqueológico se asentó a las orillas del Rio Lerma y ahora está cubierto por la presa Solís, cerca de Acámbaro. Los arqueólogos e historiadores datan el predomino de esta cultura desde el año 800 a. C. y hasta el 200 de nuestra Era. Expreso esta hipótesis debido principalmente a que los pobladores en la antigua Chupícuaro buscaban asentarse predominantemente en las riberas de los ríos y cerca de los manantiales y como es obvio, nuestra región les ha de haber parecido un paraíso. Además, en dicha cultura, llevaban a cabo el enterramiento de sus muertos de una manera muy característica, similar a las tumbas que hace unos años se encontraron en las tierras de cultivo cercanas a donde se bifurca el camino que conduce hacia Monteleón y hacia El Refugio. Sobre la segunda hipótesis, se puede decir que los mexicas, en su largo recorrido que duró más de 150 años partieron de Aztlán-Chicomostoc en el norte y se dirigieron hacia el sur. Se cree que en cierto punto de su peregrinaje, se toparon con el cauce del que hoy se llama Río Santiago y que corriente arriba es nuestro Río Lerma. Los mexicas siempre buscaron el agua como elemento vital para sobrevivir y se asentaban en los cauces dando origen a distintas poblaciones y posiblemente, algunos integrantes se quedaron a vivir en la región de Yurécuaro. Sea cual sea el origen de los primitivos pobladores, posteriormente y allá por el año de 1410, los purépechas, bajo el mando de Tariácuri, conquistaron estas tierras y obligaron a pagar tributo hasta que los españoles hicieron su aparición.Volviendo a nuestro relato sobre Guanax, vemos que cuando lo apresaron “iba de Yorecuaro a Zináparo por maíz” y que el probable camino que tomó fue por el rumbo de La Joya, atravesando el cerro para después pasar por Taquiscuareo hasta llegar a Zináparo. La ida la podía hacer en una jornada y media a muy buen paso, y quizás corriendo, pero ya de regreso se tardaba más del doble porque traía el maíz en sus espaldas ya que, como sabemos, en ese tiempo no había bestias de carga. Ahora, imaginemos la fortaleza, el aguante y la determinación que poseía Guanax que le permitían cumplir el deber para con su familia que lo esperaba en su hogar localizado cercano a la antigua Alberca de Monteleón o por la laguna del Tequesquite o por el rumbo de La Loma.Guanax como primer personaje histórico de estas tierras nos ha legado el ejemplo de su fortaleza y el ánimo que ahora, en estos tiempos del siglo 21, siguen muchos otros yurecuarenses ya sea en “el otro lado” como migrantes o en otros lugares del mundo y también en todo nuestro municipio y que con su esfuerzo cotidiano, cumplen con su deber. A todos ellos, les doy mi reconocimiento, respeto y aliento para que no dejen que el pesimismo y la desesperanza de estos tiempos tan difíciles les quebrante el ánimo o les apague las ganas de seguir superándose personal y familiarmente.
Gracias por su lectura: José Luis García

Nicolás Tamayo y Marcelino Lorenzo

En esta ocasión voy a basar mis comentarios en lo escrito por Francisco Miranda en su obra “ Yurécuaro, Monografías Municipales del Estado de Michoacán” quien a su vez rescató parte de la crónica del historiador Ignacio Estrada Navarro.

En tiempos de la Guerra de Independencia sucedió que….“ a Nicolás Tamayo, alcalde de la comunidad indígena le tocó ser señalado para el fusilamiento cuando el padre Torres diezmó la población. Camino a la ejecución, habría encontrado a un compadre suyo de nombre Marcelino Lorenzo, barquero del río, a quien invitó a acompañarlo pues habían prometido morir juntos como grandes amigos que eran. Marcelino, después de confesarse, se juntó a Nicolás muriendo de la misma descarga”.

Sobre estos acontecimientos, podemos detenernos a reflexionar en dos momentos importantes. El primero fue cuando los dos amigos sellaron el compromiso de morir juntos. El otro momento fue cuando Marcelino, sin titubear, acompaña a Nicolás para morir fusilado.

Él no tenía por qué perder la vida; si se hubiera negado a cumplir el pacto, nadie se lo podría haber reprochado.Para entender mejor la situación, quiero apoyarme en las obras de los historiadores citados para describir, de manera, un tanto novelesca, los lugares y la época en que se desarrollaron estos hechos.

Estamos hablando de los tiempos de la Independencia. Por el rumbo se había levantado en armas el cura de La Piedad, José Antonio Macías y se había enfrentado al general realista José de la Cruz en Urepetiro. El pueblo era un avispero y Andrés Ventura, acompañado de 100 luchadores habían atacado al comandante realista Tecacho acuartelado en La Barca y habían sido derrotados y muertos casi todos.

En Yurécuaro se estableció la guarnición al mando de Manuel Pesquera que ordenó amurallar el pueblo para defenderlo contra las incursiones de los Insurgentes. En una ocasión salió a combatir a una partida de guerrilleros del padre Torres que andaban por el rumbo del Cerro Colorado que lo derrotaron y le mataron 30 soldados. Pesquera huyó dejando un regadero de muertos. El mayordomo del rancho llamado Luis Tamayo, se compadeció de los difuntos, los subió a una carreta y los llevó al pueblo para depositarlos en el camposanto.

En pago a su buena acción, el capitán Rafael García, que había quedado al mando de la guarnición, ¡lo fusiló!. Así eran las cosas en esos tiempos. Me imagino, que después del fusilamiento, Nicolás le confió a Marcelino el temor a ser muerto en cualquier momento, inclusive, “sin deberla” y fue cuando sellaron el pacto de morir juntos. Ellos amaban la vida y disfrutaban cada ocasión festiva que ocurría en el pueblo, así fuera una carrera de caballos como la que se había llevado a cabo cuando el mayordomo de la Hacienda de Vista Hermosa retó y perdió frente al mayordomo de la Hacienda de San José. Los corredores arrancaron de la Tetilla, pasaron junto a las huertas hasta llegar frente al Templo que recién en 1808 se había techado con unas grandes vigas traídas del rumbo de Purépero. Ellos también disfrutaban las pastorelas que se celebraban en la noche del 24 de diciembre, cuando se “acostaba al Niño” y se llevaban a cabo en “El Corral del Rey” (donde ahora está el Hotel Palacio).

Amaban a su pueblo del cual decían: “en estos lugares, la geografía ha sido abundosa en aguas, refugio de afligidos y apaleados en todas las guerras que han ocurrido desde hace cientos de años pero que después de todas, siempre acabamos rehaciendo nuestras vidas en paz y nos invitan a mirar siempre p'a delante”. Nicolás Tamayo, al fungir como alcalde de la Comunidad Indígena, estaba encargado de recabar fondos para las fiestas de La Purísima. En ellas se daban el gusto de quemar hartas “ristras” de cohetes.

También se aseguraba que no faltara la música ni en esas fiestas ni en otras durante todo el año porque esto es algo que siempre nos ha distinguido a los yurecuarenses. También era el encargado de organizar a su gente para las obras como la de la construcción del templo cuando participaron con 12 hombres cada día durante toda la edificación que inició en 1805. Adicionalmente, reunía fondos para que nunca le faltara el aceite a “El Amo” (en el templo) y pagaba los gastos por enfermedad de los miembros de la comunidad.

Cuando él fue “señalado” para el fusilamiento, probablemente se debió a que no pudo reunir el dinero suficiente que le exigieron los seguidores del padre Torres o probablemente porque no acompañó a Andrés Ventura en su ataque a la guarnición de La Barca o probablemente porque lo metieron en alguno de los tantos chismes que a veces soltamos en la calle y que casi siempre envenenan los corazones y destruyen las vidas de nuestra comunidad.

Ahora ¿quién puede decirnos por qué lo señalaron? Lo que si sabemos es que Nicolás, como buen líder de su pueblo, aceptó el señalamiento y acompañó al pelotón para enfrentar a su destino. Ahora reflexionemos sobre el otro momento clave de nuestro relato para lo cual es necesario conocer un poco más acerca de la vida de Marcelino Lorenzo quien era barquero en el “Paso Real del Río”. Allí se encargaba de llevar a la gente y la mercancía que compraban a Don Cosme Antonio Estrada y la llevaban a la Hacienda San José y de regreso acarreaban naranjas, guayabas y otros productos que vendían en la plaza. Marcelino era amigo de los tataranietos de Matías Bravo quien había recibido de la Audiencia de Nueva Galicia, la concesión de las Chorreras allá por 1689 y se dedicaban a pescar carpas y bagres en sus potreros. Marcelino se ayudaba también con otros ingresos provenientes de la pesca en las nazas y no estaba de acuerdo con otros paisanos cuando le decían que “los carperos, en tiempos de secas se la pasan huevoneando”.

Él decía que trabajaban durante toda la noche desafiando las fuertes corrientes y los remansos del río durante toda la temporada de aguas y que por lo tanto durante el día tenían que descansar. A primera vista, la sencillez de Marcelino no deja ver su grandeza como Ser humano y recordemos que él dejó todo lo que estaba haciendo y se fue acompañando a Nicolás con el único fin de honrar su palabra y cumplir el pacto que habían hecho tiempo atrás.

Él nos puso la muestra del Valor humano de la Amistad. No pidió ninguna cosa a cambio sino la oportunidad de confesarse y lo hizo con el padre José Alejo Martínez quien se preguntaba ¿cómo no te voy a dar la absolución si estás haciendo lo mismo que hizo Jesús cuando dio la vida por sus amigos?Marcelino se puso al lado de Nicolás y ambos, con la frente erguida, murieron con la misma descarga.¿Qué nos han dejado como herencia estos dos personajes yurecuarenses?

El primer regalo es el de saber que Nicolás Tamayo supo despertar el sentido y la virtud de la amistad y que con valentía representó a su comunidad aun a costa de su vida.

El otro regalo es la acción de Marcelino Lorenzo quien demostró su responsabilidad y cumplió con su palabra lo cual lo pone a la altura de muchos héroes mexicanos que han contribuido con actos que hoy repetimos cada día para ir haciendo una sociedad mejor.

Sigamos practicando la amistad no solo aquí en Yurécuaro sino a donde vayamos para que la gente con la que nos relacionemos gocen también con lo que nosotros hemos heredado.

Gracias por acompañarme en estas reflexiones: José Luis García SalazarVisiten mi sitio web: www.productividadorganizacional.com