Yerberos

La peluquería de Macario Valdovinos servía de “foro intelectual” donde se filosofaba ampliamente de todos los temas habidos y por haber. Acababa de hablar el “donjuán” del pueblo contándoles su última aventura: “La semana pasada que fui a llevar una carga de cacahuates a Uruapan, conocí a una muchacha. Yo creyéndola muy inocente, por poco y le hago la promesa de casorio. Me dejó frío cuando me dijo: hay que apurarle al gusto unas cuantas veces porque mañana le voy a pedir perdón a mis papacitos y les voy a decir que ya no lo vuelvo a hacer. Todos rieron de su ocurrencia y como siempre, casi nadie le creyó. En eso estaban cuando entró Herculano, el “Medallas” y se sentó en la banca poniéndose a platicarles sobre el accidente que le había ocurrido: “Esta vez trajeron la 'Ola' más grande que habíamos visto en el pueblo. El dueño de los juegos me iba a pagar cinco pesos por empujarla toda la noche. En una de las tandas, ya se había subido la gente y la Ola iba llena. Después de varias vueltas, me le quedé pegado para que me levantara a mí también, pero cuando iba mero arriba, se me resbalaron las manos y me di un zapotazo muy fuerte. Todos los que estaban alrededor, soltaron la carcajada y casi se meaban de la risa. Yo me levanté muy 'girito' como si no me hubiera dolido y le avisé al dueño que iba a mi casa a untarme un poco de árnica. En toda la noche no pude dormir de tamaños dolorones en las costillas y en el hombro y es hora de que no se me quitan”. Macario, que estaba afilando la navaja en el cuero para poder rasurar mejor al “faifitas”, le dijo:- Yo creo que el único que te puede curar es Esculapio Medrano ya que es el que mejor “soba” y se las sabe de todas, todas.- Sería bueno que me acompañaras a verlo, para que lo convenzas de que no me cobre caro. He visto que ustedes son buenos amigos. Le contestó Herculano.- Íbamos juntos a la Escuela “Morelos” y allí nos hicimos amigos. Me acuerdo que me platicó, cuando éramos chamacos, que su papá le puso el nombre que tenía porque quería que un día fuera doctor y como el dios griego de la medicina se llamó “Esculapio”, pos así lo bautizó. También me decía, que como no pudo costearle la carrera de medicina, su papá, lo mandó a estudiar con un pariente que vivía en un pueblo llamado Cuetzalan, en la Sierra Norte de Puebla. Macario le había dicho a Herculano que esperara a cerrar la peluquería para acompañarlo a su curación. Cuando ya iban de salida rumbo a la Calle de La Muralla, donde vivía Esculapio, Jeremías el “Faifitas” les dijo:- Yo los acompaño porque necesito comprar unas yerbas pa' la ronquera porque no puedo acompañar bien en los cantos al Profesor Cirilo y el Señor Cura me regaña mucho por los “gallos” que se me salen a la hora del The Deum laudamus. También le dijo a Macario que les contara sobre lo vacilador que era Esculapio.- Me acuerdo que cuando regresó de Puebla, casi nadie quería comprarle sus yerbas ni pagarle las consultas. Hasta agarró fama de “brujo”. Algunas mujeres ni se le acercaban porque era de los que se despedían con un pellizcón de nalga. Otras gentes no lo querían porque decían que era blasfemo y todo por una cancioncilla que siempre andaba diciendo: “Señor de la Bondad y el Buen Consejo,Te pido con fervor y devoción,Que me quites un poco lo pendejo,Y me aumentes bastante lo cabrón”.
Cuando llegaron con Esculapio, lo saludaron y los hizo pasar a su casa. Tanto Herculano como Jeremías desconocían la vivienda y se extrañaron de su contenido: por todos lados había animales disecados, ardillas, tlacuaches, aguilillas, víboras, tecolotes, murciélagos y de muchas otras especies. También vieron infinidad de costalitos conteniendo diferentes tipos de yerbas. Macario ya iba preparado para hacer la acostumbrada apuesta que consistía en ver si Esculapio tenía una yerba desconocida y si no la presentaba, perdía la apuesta. En determinado momento en que ellos seguían revisando la casa, Macario le dijo a Esculapio:- Ahora si te voy a ganar, porque apuesto a que no tienes la “uva de perro”.- Pues estas equivocado. Caminó hacia una alacena y sacó un paquete, al mismo tiempo que agregaba Aquí tienes la zarzaparrilla que así le mientan a la uva de perro.- En todos estos años que llevo de conocerte, nunca te he ganado, le dijo Macario.Y diciendo esto, para demostrar todo lo que su amigo sabía, iba mencionando el nombre de cada una de las plantas medicinales, y Esculapio las mostraba a Herculano y a Jeremías: la Yoloxóchitl o flor del corazón para el espanto, la melancolía o los nervios; el muicle, para aumentar la sangre; el estafiate, para el recargo del estómago; la genciana o la damiana o el escoromujo, para el dolor de cabeza; la planta de la virreina, para la bilis; la cincollagas, para el reumatismo; la nochebuena, para el dolor de menstruación; la mejorana, para el frío de la mujer; el colorín, para el dolor de muelas; el güinare, para las hemorroides, el hinojo de castilla, para cuando se va la regla (pa' el susto); el floripondio, para el dolor de espalda; las hojas de toloache cocidas con sebo, para las hemorroides; para el chincual, la rosa de castilla y la hierbamora (se baña a los niños). También presentó otras recetas escritas por Martín de la Cruz en el Códice Badiano y de otra obra prohibida por la Inquisición llamada: “El Florilegio Medicinal” de donde sacó nombres de plantas como el simonillo, la aceitilla, el tobardillo, la tripa de pollo, la siempreviva, la hierbasanta, la hierba del sapo, el chicalote, la espina del burro, la gobernadora, el poleo, la prodigiosa, el zoapatle y …. Se hubieran seguido varias horas, mencionando las propiedades curativas si no fuera porque Herculano ya se retorcía del dolor mientras que se recostaba en un petate que estaba en la habitación. Fue entonces que Esculapio empezó a pasarle los dedos por diversas partes del cuerpo para descubrir cuáles eran las más dañadas. Cuando le pasó dos dedos juntos por la nuca, vio que Herculano cerraba los ojos y emitía un quejido. Esculapio le preguntó:- ¿Te espantaste mucho en la caída?- Solo cuando ya estaba en el suelo y sentí un aleteo muy fuerte.- Eso fue porque tu nagual te abandonó.Todos quedaron un rato en silencio después de escuchar esta palabra. Posteriormente, Jeremías, le dijo a Esculapio:- ¿Cuéntanos lo que sepas sobre los naguales?El aludido no contestó de momento y solamente se rascaba la mollera y trazaba en el suelo unas letras, como si pidiera permiso a alguien para poder hablar. Pasado un buen rato, les dijo:- Les voy a platicar acerca de las creencias de la gente de allá de la Sierra Norte de Puebla y que se parecen en muchas cosas a las leyendas de otras partes de México. Ellos dicen que todas las personas están formadas por tres partes: el yollo, que es lo que conocemos como la voluntad; el tonal, que es la chispa o la razón y que es como la sustancia vital que nos mantiene agarrados al mundo y por último, el nagual, que es la parte animal que todos tenemos. Al mismo tiempo que una persona nace, nace un animal que comparte el destino de esa persona y es su nagual, el cual puede ser un coyote, un perro o un zopilote. Por eso Herculano escuchó un aleteo cuando se cayó; su nagual es un halconcillo y con el susto, se le salió el alma. El nagual de cada persona le presta sus capacidades, como por ejemplo, ver bien, correr más recio o tener resistencia y fuerza para vencer a otras personas. Ahora bien, el término nagual, significa también disimular o engañar y existen muchas personas que tienen el poder y pueden cambiar de forma para esconderse y engañar a los demás y a ellos se les llama brujos. Por lo tanto, toda la gente común tiene nagual pero no puede transformarse en animal. Los brujos que agarran la forma de animales tienen mucho poder ya sea para ayudar a curar a la gente o para “hacerle un daño” a alguna persona que alguien odia. Cuando un brujo con este poder está en su “tarea” de proteger, usa la adivinación para decirle al que lo contrata, las cosas que le van a ocurrir en lo futuro y también le interpreta sus sueños para lo cual el brujo come, toma o fuma algunas plantas que le hacen “ver visiones”. Durante la “consulta”, riega todo el lugar con flores, prende velas, quema copal y reza para obtener el perdón y la devolución de la salud o el regreso del alma perdida. Algunas veces mata una gallina o un pollo negro. Todo esto lo hace en la casa del enfermo porque, generalmente, allí es donde se pierde el alma. También acostumbra proteger las casas colocando una planta de romero al mismo tiempo que reza El Magnificat o la oración de San Silvestre y haciendo que el paciente se ponga su ropa al revés. Cuando un brujo va a hacer un encargo o “mala tarea”, primero se transforma en animal, para lo cual se coloca cerca de un fogón y empieza a rezar oraciones, que al principio son rezos cristianos pero después se mezclan con otras falsas letanías, dichos y hasta mentadas de madre que emborucan al que lo esté acompañando. Posteriormente, se pone unas alas de petate y empieza a aventar al fogón copal revuelto con pedazos de raíz de toloache y de la yerba del tornaloco. Después de esto y aunque ustedes no lo crean, el brujo-nagual se va volando y entra a la casa de la víctima y le chupa la sangre, dejándole las marcas de los dos colmillos. Al salir, riega el suelo con polvo recogido en las cuevas donde hay murciélagos lo cual, poco a poco irá enfermando a la persona a la que le está haciendo el daño. Estos brujos también provocan otras enfermedades como por ejemplo, acechan a su víctima para cuando está en la cama con su mujer y cuando está en “el grito final”, provoca algún ruido extraño y fuerte con el fin de que la víctima se espante. En este caso, lo que sucede es que la persona es muy vulnerable porque en “esos momentos”, su espíritu se encuentra separado de su cuerpo y puede enfermarse de cualquier maldad que el brujo quiera imponerle. Los brujos también pueden provocar esterilidad por enfriamiento de los genitales y otros muchos males como la depresión, la locura y hasta la muerte, todo según sea el odio que le tenga su enemigo y la cantidad de dinero que le pague al brujo-nagual. Ahora bien, todas estas cosas son más fáciles de ver allá en la Sierra de Puebla, a lo mejor porque la gente es más créida de eso. Aquí en el pueblo yo de lo que me acuerdo que ha sucedido es que a la gente como nosotros, a veces nos confunden, siendo que solo nos dedicamos a curar con yerbas porque a veces no hay doctores o cuando hay, cobran muy caro y la gente no les puede pagar. También ayudamos mucho para que los embarazos de las señoras vayan por buen camino ya que al final, la que ayuda siempre es Sarita Anaya, que vive allá por “la Tetilla” y ya ven que casi la mitad del pueblo le dice “madrina” porque ha sido la que siempre ayuda a la hora del parto. Otra de las cosas que quiero contarles, es lo que pasó hace algunos años cuando Tranquilino Chavolla no llegó en toda la noche a su casa. Al otro día le llegó a su esposa Ludivina diciéndole que le había salido un nagual y que lo había arrastrado por las vías del tren hasta donde está el tanque que surte de agua a los trenes y para demostrarle, le enseñó unos arañazos que traía en la espalda y también unos chupetones que traía en el cuello. Pasó el tiempo y le pasó lo mismo a Ludivina, es decir, no llegó una noche a su casa. Al día siguiente, como a las siete de la mañana, se presentó en su casa diciéndole a Tranquilino: “Fíjate que me salió el mismo nagual cuando iba a llevar unas naranjas que me encargó don José Dolores Macías al hotel Reforma que está al otro lado de las vías. Cuando iba más o menos por donde está “la Fija”, de repente me salió un bulto grandote que no vi porque ya estaba oscuro. El nagual me aventó un soplido muy fuerte y muy caliente que hizo que me desmayara y caí al piso y solo sentí como si me quisiera ahorcar y me apretó muy fuerte el gaznate. Desperté hasta hoy en la mañana y me vine a la casa y ni entregué las naranjas porque no las encontré”. Tranquilino nomás peló los ojos como diciendo para sus adentros: “que cabrona me salió ésta”. Después se supo en el pueblo que ese día, “la Fija” no dio el pitido con el que nos despierta a todos a las seis de la mañana y que vieron salir del taller a Ludivina poco antes de las siete de la mañana.- Yo digo que mucha gente tiene mala fe y solo usa de pretexto a los naguales, dijo Jeremías.Mientras se llevaba a cabo el relato, los dolores casi habían desaparecido del cuerpo de Herculano y ya se quería levantar del petate pero Esculapio todavía le dio varias sobadas y le dio a beber un té que tenía preparado en un cántaro y ya después de esto, le aconsejó que se estuviera sentado otro rato más y le dijo que tendría que volver a la siguiente semana. Jeremías aprovechó para preguntarle cuál era la mejor yerba para la garganta. El yerbero le contestó:- Tengo el sauco, el gordolobo y las hojas de camelina. Pero pensándolo mejor, te voy a preparar un té que te va hacer mejor efecto y diciendo esto, se puso a prepararlo: tejocote cocido y le agregó miel y una cucharada de vinagre y medio vaso de jugo de naranja y le dijo: “lo vas a tomar despacio, a cucharadas”. Entonces Macario le recordó que todavía no le había preparado el brebaje que le prometió a su tía Simona con el que le quería quitar lo briago a su esposo.- Mi tío Inocente, no quiere dejar el trago y siempre dice muy orgulloso: “Soy sobreviviente de la Toma de Zacatecas y de otras cien borracheras más”.Jeremías agregó:- Yo creo que es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse dónde.
Al salir de la casa de Esculapio, quedaron en visitarlo nuevamente cuando Herculano fuera a que le dieran la siguiente “sobada” y comenzaron a caminar hacia la Plaza Principal para ver la famosa “Ola gigante” que había ocasionado las carcajadas de la gente. En el camino fueron comentando lo bueno que era Esculapio para recetar yerbas y la suerte que tenían de tenerlo a él y a otros buenos curanderos como Benito, que vivía por allí cerca, en el barrio de El Guamúchil Grande y que siempre salía a las calles con su bicicleta cargada de costalitos de yerbas que proporcionaban la salud a la gente de Yurécuaro y ………. CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA.
Amables lectores, gracias por acompañarme.José Luis García Salazar

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