En Yurécuaro hemos tenido ídolos del deporte que nos han dejado grandes satisfacciones. En las décadas de 1940 y 1950, en béisbol contamos con Octaviano Castellanos y con Lauzán. En fútbol, sobre todo, en la segunda mitad de la década de 1950, tuvimos la figura de Flavio Rizo a quien el destino le hizo una mala jugada y le impidió ser futbolista profesional. Nuestro personaje de hoy, nace un 5 de octubre de 1938 y fallece el 19 de diciembre de 1994. Sus padres fueron Soledad carrillo y José Matilde (Tiye) Rizo García quien le heredó la afición por el deporte y de acuerdo a lo que nos dejó escrito Manuel González Mariscal: “El “Tiye” fue un distinguido integrante del equipo “Imperial” que allá por 1927, obtuvo varios triunfos sobre equipos de primera categoría de la Capital de la República, uno de ellos, el glorioso equipo Marte”.Flavio Rizo, realizó sus primeros estudios en la Escuela Primaria Federal “Constitución de 1917” de Yurécuaro. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Morelia donde cursó la secundaria y después a la ciudad de Guadalajara donde realizó sus estudios vocacionales y la carrera de Ingeniería Mecánica y Eléctrica. La Secretaría de Educación Pública le extendió su cédula profesional el 11 de diciembre de 1973. A la par de su vida de estudiante y estando en Guadalajara, jugaba volibol y básketbol donde recibió una medalla por ser el jugador del año además de varios reconocimientos por su espíritu deportivo. En Yurécuaro jugó desde muy chico en el equipo Atlas bajo la tutela de Cheo Godínez quien era el entrenador y donde lograron los campeonatos de los años 55, 56, 57 y 58. Cheo lo describe como: “…. un jugador alto, fuerte y elegante de corte moderno. Era un gran comodín y por arriba nadie lo pasaba; sus barridas eran justas y limpias comparables a las de los grandes seleccionados nacionales Jesús del Muro y Gustavo Peña”. También Cheo relata que en una ocasión en que fueron a jugar al poblado de Jesús María, encontraron grandes anuncios del partido en la Plaza Principal; en ellos se leía: “Hoy en el campo deportivo local, se presentan los mejores delanteros del campeonato: la pareja infernal formada por el Húngaro y Pascualet” (Andrés Rodríguez). Sigue relatando Cheo que se jugó primero el partido de segunda fuerza donde los del Atlas de Yurécuaro empataron a dos tantos y en la primera fuerza derrotaron a los de Jesús María con goles de Andrés y de Flavio. Los jugadores creían que los del pueblo los iban a apedrear por haberlos derrotado pero en lugar de eso, aplaudieron y los felicitaron por el gran juego que brindaron al público. Además de “la pareja infernal”, los jugadores que integraban al Atlas eran: Jesús Zárate, Manuel Bravo, Rogelio Rodríguez, Flavio Medina, Antonio Leyva, Gonzalo Rizo, Leonardo García, Ignacio Valencia y Salvador Tirado.Jugando fútbol, Flavio sufrió un accidente en Atotonilco, Jalisco en abril de 1961 y un mes después le amputaron la pierna derecha.En mayo de 1961, el día en que regresó del hospital donde lo habían intervenido, se corrió el rumor de que “el Húngaro” iba a llegar en la tarde y el pueblo se empezó a juntar en la calle Morelos desde “la Tetilla” y hasta la Plaza Principal, como si esperáramos al mismísimo presidente de La República o como si fuera el desfile del 16 de Septiembre. Hasta recuerdo que alguien mandó traer una “gruesa” de cohetes y los estuvieron aventando y como vieron que no llegaba el coche que lo transportaba, tuvieron que traer más pólvora porque, ¡faltaba más! A nuestro querido “Húngaro” no se le podía recibir con tan poco alboroto porque bien se lo había ganado.Cuando llegó la comitiva, toda la gente les aventaba confeti y serpentinas. Fue un gran recibimiento y el templo estuvo a reventar durante la misa que se celebró en su honor. Hubo mucha gente llorando, las mujeres sin un ápice de rubor y muchos hombres, mejor se salían a “agarrar aire” para que no los vieran con “las de San Pedro” bajándoles por la cara.Le apodaban “el Húngaro”.Y como decía la palomilla, “no le decíamos el Húngaro porque viniera con ese grupo de gente en sus viejos camiones a leernos la suerte o a robarnos las gallinas, sino porque era igualito al famoso Puskas goleador de Hungría y que en 1952 ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos y posteriormente causó furor en el Mundial de 1954 al ser subcampeón del mundo. En sus tiempos, Puskas era el mejor goleador de Europa y nosotros, aquí en Yurécuaro, también teníamos nuestro “húngaro”.En 1960 yo tuve la oportunidad de verlo convivir con sus amigos. Fue durante una “novillada” que se celebraba en la placita de toros de los Curiel en San José. Allí estaba con sus amigos: Rogelio Alcalá, Gilberto y “Chel” González, Javier Bárcena, Alberto Gómez, Lolo Hernández, “El Cachis”, y varios mas que se divertían alegremente. Lo primero que hicieron fue aventar “la media” (en realidad eran varias medias, llenas de anilina de varios colores) las cuales hondeaban sobra la cabeza y después las lanzaban hasta las gradas del otro lado de la placita. Obviamente que al que le caía una media, primero se encorajinaba pero luego luego, “agarraba la onda” y la aventaba a otro y así sucesivamente hasta quedar casi todos los asistentes, “pintados” como arcoiris. Después, debido a la apuesta que habían hecho, uno a uno bajaron a enfrentarse a la vaquilla que estaba programada para la “corrida”. Unos sorteaban bien al animal con el capote pero otros rodaban por el suelo después de ser topeteados; sin embargo, ninguno se rajó y todos volvieron a las gradas después de mostrar sus dotes atléticas. Su vida profesional.Trabajó en la Fábrica de autos Ford en la ciudad de México. La planta estaba localizada en las cercanías de La Villa de Guadalupe; allí se desempeñó en los departamentos de Manufactura e Ingeniería Industrial desde 1965 hasta 1978.En esta empresa se le otorgaron varios diplomas, uno de ellos fue por su puntualidad y asiduidad ya que nunca faltaba a sus labores y era considerado un ejemplo por su responsabilidad en el trabajo.También se distinguió por ser uno de los mejores jugadores de boliche y un modelo a seguir para todo el personal por su entusiasmo, optimismo, espíritu de lucha y pundonor ya que ponía la muestra de nunca dejarse vencer por ninguna adversidad. En abril de 1967, el periodista Benjamín Alarcón publicó un amplio reportaje sobre Flavio en el Diario Deportivo La Afición de la Ciudad de México: “El ingeniero mecánico electricista Flavio A. Rizo, nativo de Yurécuaro, Michoacán, es un gran atleta y consumado deportista. El joven jugador de la Liga Ford da la más admirable prueba de que el boliche es el deporte de más amplias posibilidades de practicarlo. Él ha destacado en la mencionada liga y constantemente puntea los marcadores. Todo esto no tiene nada de extraordinario ya que hay muchos jugadores que lo hacen a diario; sin embargo, sucede que el ingeniero Rizo, que sólo tiene 27 años de edad, cuando jugaba fútbol, en un choque con el guardameta, resultó lesionado de la pierna derecha al grado de que le fue amputada hasta muy arriba de la rodilla. Y así, con solo la pierna izquierda, juega boliche como miembro del equipo “los Invencibles”. El ingeniero Rizo que, es como citamos antes, un verdadero atleta y con un corazón enorme, nunca se desanimó ante el golpe de la adversidad, sino que sigue practicando también natación y volibol. Actualmente, tiene un promedio de 123 puntos, que ya quisiéramos muchos y que, dado lo que está progresando, irá mejorando con el tiempo. Como un mensaje de admiración y estímulo, hemos citado este caso excepcional que prueba que nada es capaz de detener a un hombre cuando tiene bien plantado el corazón, y ama los deportes”.
El Húngaro se nos adelantó.En diciembre de 1994, cuando acompañamos a nuestro gran amigo a su última morada, muchos grupitos de personas estaban relatando algunas de las vivencias que compartieron con “el Húngaro”: alguien dijo que, “cuando era chico, Flavio siempre iba a ver el pizarrón que ponía el Sr. Cura afuera del templo con la clasificación de las películas que pasaban en el Cine Estrella y cuando estaban en B1 y B2 casi nunca se gastaba su domingo yendo al cine sino cuando estaban las películas en B3 y no se diga las C1 y C2”. También dijo que el Húngaro le había comentado en broma que las C3 realmente eran muy pocas y ni su papá las podía ver. Otra persona agregó, “Era muy pícaro ese Flavio y también muy querido por la palomilla”.Otro contó de lo mucho que le gustaban las Pastorelas cuando era un chamaco y se iba a verlas a la Capilla de Cristo Rey donde la gente disfrutaba “los agarres” que se daban Luzbel y el Ángel Miguel al que acompañaban los pastores: Bato, Gil, Bartolo, Parrado, Toringo y el Ermitaño. Eran diálogos como éste donde el Ángel Miguel entra preguntando a toda la concurrencia:
“¿A dónde se fue esa fiera, como amigo y como falso? Engaña y pone a los hombres en tanto riesgo y peligro, Que, por mandato de Dios, sólo a correrlo he venido. Porque es astuto y sagaz, Inquieta y niega la paz, Que él mismo ha aborrecido”.
Con voz cavernosa Luzbel le contesta: “Yo soy aquel que faculto, Haré la tierra temblar, El sol, la luna eclipsar, Disparando noche y día, Más piezas de artillería, Que arenas tiene la mar”.
Interviene Bartolo: “Por aquí anda ese feroz, Con esos cuernos de cabra, Engañando a los pastores, Para ver si le dan posada”.
El Ángel interviene nuevamente levantando la espada contra el demonio: “¿Quién es el que valeroso, Que a fuerza de su poder, Quiere que le den posada?”
Luzbel se defiende: “¡Detente, Miguel, y aguarda, Si conoces mis furores, Y suplica a los pastores, No me nieguen la posada!”
Flavio se pasaba buenos ratos junto a todos los actores y por eso llegaba tarde a su casa donde le daban también su castigo como al diablo de la Pastorela.Otro de ellos contó de la vez en que la palomilla andaba en la Plaza Principal dando la vuelta y se acercó a ellos Melitón “el toquero” que venía de La Piedad. Con una cara de burla, los retó a ver quien aguantaba “toda la vara” y llevando de por medio una apuesta de 20 pesos. Ellos ya sabían que Melitón se mojaba una mano para agarrar al que veía que estaba aguantando con lo cual, éste tenía que soltar las barras de los toques a causa del dolor provocado. Aceptó el reto “el Húngaro” y agarró las barras, pero uno de sus amigos, se puso abusado y no dejó a Melitón usar su truco con lo cual tuvo que pagar los 20 pesos que Flavio usó para comprar varias gardenias que entregó a su novia. Nuestro querido Manuel González Mariscal le dedicó unas emotivas palabras cuando lo acompañamos a su última morada en diciembre de 1994: “…..su niñez pasó como la de todos los mortales, a excepción de una pequeña diferencia: su afición por el deporte. Esta afición, herencia de su padre quien fuera un distinguido integrante del equipo local “Imperial” allá por 1927 que obtuvo varios triunfos sobre equipos de primer nivel de la mismísima Capital de la República y siendo una de sus víctimas el equipo “Marte” que ya se había ganado una gloriosa trayectoria en el deporte nacional. En 1955, siendo muy joven Flavio, salió del montón de futbolistas para defender los colores del once del “Atlas”. Después pasó a formar parte del equipo “Yurécuaro” impulsado por el calor y entusiasmo de Eliseo Godínez y que agrupaba a lo más granado de la juventud de entonces. Todavía recordamos con gran emoción defendiendo con honor al incipiente equipo, a Nacho Valencia, Javier Bárcena, Ignacio Hernández Guerrero y a los hermanos Antonio y J. Dolores Hernández, Andrés Rodríguez, Roberto Sánchez y tantos jóvenes que ahora ya son hombres. En 1960, Flavio se convirtió en campeón goleador y llamó poderosamente la atención no solo de los yurecuarenses sino de gente de otros lugares”. “El Colegio Luis Silva y la Escuela Vocacional de la Universidad de Guadalajara, conservan huellas marcadas profundamente por un deportista de altos vuelos: Flavio Rizo Carrillo quien compitió en los juegos juveniles representando al estado de Jalisco. Fue un jugador “non” en el equipo de volibol de la selección que compitió por el campeonato nacional con miras a juegos internacionales”. Mariscal continuó con la semblanza: “Del 4 de mayo de 1961, no queremos ni acordarnos. En Atotonilco, surgió la barrera que habría de frenar los ímpetus de un deportista, pero allí también surgió la fecha en que nació TODO UN HOMBRE: Flavio Rizo Carrillo”. Al terminar de hablar Mariscal, todos guardamos un profundo y respetuoso silencio con el cual despedíamos a quien se hizo querer por toda la gente que le rodeaba.Estimados lectores, hace casi quince años que se nos adelantó nuestro amigo. Recordémoslo y guardemos su ejemplo de amor al deporte y sobre todo la capacidad de no rendirse ante las adversidades de la vida.Gracias por acompañarme nuevamente.
José Luis García Salazar
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