En esta ocasión voy a basar mis comentarios en lo escrito por Francisco Miranda en su obra “ Yurécuaro, Monografías Municipales del Estado de Michoacán” quien a su vez rescató parte de la crónica del historiador Ignacio Estrada Navarro.
En tiempos de la Guerra de Independencia sucedió que….“ a Nicolás Tamayo, alcalde de la comunidad indígena le tocó ser señalado para el fusilamiento cuando el padre Torres diezmó la población. Camino a la ejecución, habría encontrado a un compadre suyo de nombre Marcelino Lorenzo, barquero del río, a quien invitó a acompañarlo pues habían prometido morir juntos como grandes amigos que eran. Marcelino, después de confesarse, se juntó a Nicolás muriendo de la misma descarga”.
Sobre estos acontecimientos, podemos detenernos a reflexionar en dos momentos importantes. El primero fue cuando los dos amigos sellaron el compromiso de morir juntos. El otro momento fue cuando Marcelino, sin titubear, acompaña a Nicolás para morir fusilado.
Él no tenía por qué perder la vida; si se hubiera negado a cumplir el pacto, nadie se lo podría haber reprochado.Para entender mejor la situación, quiero apoyarme en las obras de los historiadores citados para describir, de manera, un tanto novelesca, los lugares y la época en que se desarrollaron estos hechos.
Estamos hablando de los tiempos de la Independencia. Por el rumbo se había levantado en armas el cura de La Piedad, José Antonio Macías y se había enfrentado al general realista José de la Cruz en Urepetiro. El pueblo era un avispero y Andrés Ventura, acompañado de 100 luchadores habían atacado al comandante realista Tecacho acuartelado en La Barca y habían sido derrotados y muertos casi todos.
En Yurécuaro se estableció la guarnición al mando de Manuel Pesquera que ordenó amurallar el pueblo para defenderlo contra las incursiones de los Insurgentes. En una ocasión salió a combatir a una partida de guerrilleros del padre Torres que andaban por el rumbo del Cerro Colorado que lo derrotaron y le mataron 30 soldados. Pesquera huyó dejando un regadero de muertos. El mayordomo del rancho llamado Luis Tamayo, se compadeció de los difuntos, los subió a una carreta y los llevó al pueblo para depositarlos en el camposanto.
En pago a su buena acción, el capitán Rafael García, que había quedado al mando de la guarnición, ¡lo fusiló!. Así eran las cosas en esos tiempos. Me imagino, que después del fusilamiento, Nicolás le confió a Marcelino el temor a ser muerto en cualquier momento, inclusive, “sin deberla” y fue cuando sellaron el pacto de morir juntos. Ellos amaban la vida y disfrutaban cada ocasión festiva que ocurría en el pueblo, así fuera una carrera de caballos como la que se había llevado a cabo cuando el mayordomo de la Hacienda de Vista Hermosa retó y perdió frente al mayordomo de la Hacienda de San José. Los corredores arrancaron de la Tetilla, pasaron junto a las huertas hasta llegar frente al Templo que recién en 1808 se había techado con unas grandes vigas traídas del rumbo de Purépero. Ellos también disfrutaban las pastorelas que se celebraban en la noche del 24 de diciembre, cuando se “acostaba al Niño” y se llevaban a cabo en “El Corral del Rey” (donde ahora está el Hotel Palacio).
Amaban a su pueblo del cual decían: “en estos lugares, la geografía ha sido abundosa en aguas, refugio de afligidos y apaleados en todas las guerras que han ocurrido desde hace cientos de años pero que después de todas, siempre acabamos rehaciendo nuestras vidas en paz y nos invitan a mirar siempre p'a delante”. Nicolás Tamayo, al fungir como alcalde de la Comunidad Indígena, estaba encargado de recabar fondos para las fiestas de La Purísima. En ellas se daban el gusto de quemar hartas “ristras” de cohetes.
También se aseguraba que no faltara la música ni en esas fiestas ni en otras durante todo el año porque esto es algo que siempre nos ha distinguido a los yurecuarenses. También era el encargado de organizar a su gente para las obras como la de la construcción del templo cuando participaron con 12 hombres cada día durante toda la edificación que inició en 1805. Adicionalmente, reunía fondos para que nunca le faltara el aceite a “El Amo” (en el templo) y pagaba los gastos por enfermedad de los miembros de la comunidad.
Cuando él fue “señalado” para el fusilamiento, probablemente se debió a que no pudo reunir el dinero suficiente que le exigieron los seguidores del padre Torres o probablemente porque no acompañó a Andrés Ventura en su ataque a la guarnición de La Barca o probablemente porque lo metieron en alguno de los tantos chismes que a veces soltamos en la calle y que casi siempre envenenan los corazones y destruyen las vidas de nuestra comunidad.
Ahora ¿quién puede decirnos por qué lo señalaron? Lo que si sabemos es que Nicolás, como buen líder de su pueblo, aceptó el señalamiento y acompañó al pelotón para enfrentar a su destino. Ahora reflexionemos sobre el otro momento clave de nuestro relato para lo cual es necesario conocer un poco más acerca de la vida de Marcelino Lorenzo quien era barquero en el “Paso Real del Río”. Allí se encargaba de llevar a la gente y la mercancía que compraban a Don Cosme Antonio Estrada y la llevaban a la Hacienda San José y de regreso acarreaban naranjas, guayabas y otros productos que vendían en la plaza. Marcelino era amigo de los tataranietos de Matías Bravo quien había recibido de la Audiencia de Nueva Galicia, la concesión de las Chorreras allá por 1689 y se dedicaban a pescar carpas y bagres en sus potreros. Marcelino se ayudaba también con otros ingresos provenientes de la pesca en las nazas y no estaba de acuerdo con otros paisanos cuando le decían que “los carperos, en tiempos de secas se la pasan huevoneando”.
Él decía que trabajaban durante toda la noche desafiando las fuertes corrientes y los remansos del río durante toda la temporada de aguas y que por lo tanto durante el día tenían que descansar. A primera vista, la sencillez de Marcelino no deja ver su grandeza como Ser humano y recordemos que él dejó todo lo que estaba haciendo y se fue acompañando a Nicolás con el único fin de honrar su palabra y cumplir el pacto que habían hecho tiempo atrás.
Él nos puso la muestra del Valor humano de la Amistad. No pidió ninguna cosa a cambio sino la oportunidad de confesarse y lo hizo con el padre José Alejo Martínez quien se preguntaba ¿cómo no te voy a dar la absolución si estás haciendo lo mismo que hizo Jesús cuando dio la vida por sus amigos?Marcelino se puso al lado de Nicolás y ambos, con la frente erguida, murieron con la misma descarga.¿Qué nos han dejado como herencia estos dos personajes yurecuarenses?
El primer regalo es el de saber que Nicolás Tamayo supo despertar el sentido y la virtud de la amistad y que con valentía representó a su comunidad aun a costa de su vida.
El otro regalo es la acción de Marcelino Lorenzo quien demostró su responsabilidad y cumplió con su palabra lo cual lo pone a la altura de muchos héroes mexicanos que han contribuido con actos que hoy repetimos cada día para ir haciendo una sociedad mejor.
Sigamos practicando la amistad no solo aquí en Yurécuaro sino a donde vayamos para que la gente con la que nos relacionemos gocen también con lo que nosotros hemos heredado.
Gracias por acompañarme en estas reflexiones: José Luis García SalazarVisiten mi sitio web: www.productividadorganizacional.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario