El Padre Torres LLAMADO EL AVE NEGRA DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Este personaje perverso, impulsivo y sanguinario fue la causa de muchos dolores en Yurécuaro.
Estimados lectores, este pasado 25 de enero se cumplieron 194 años de que José Antonio Torres (apodado el Padre Torres), asoló nuestras tierras en los tiempos tan difíciles de nuestro nacimiento como nación independiente. Por ese tiempo, lucharon en nuestros rumbos en las filas insurgentes, dos personas con el mismo nombre: José Antonio Torres. Uno de ellos fue nuestro cruel verdugo y otro fue un héroe patrio ya que era una persona honrada, cabal, valiente y un eficaz guerrero que impulsó nuestro movimiento libertario.
José Antonio Torres (apodado El Amo Torres).Nació el 2 de noviembre de 1760, en la comunidad de Monte Redondo jurisdicción de San Pedro Piedra Gorda, Guanajuato (Hoy es Ciudad Manuel Doblado). Le decían “El Amo” porque era administrador de la hacienda en ese lugar.El 4 de octubre de 1810 se adhiere a las fuerzas de Miguel Hidalgo con el grado de Coronel y al mando de 400 hombres avanzó por el rumbo de Sahuayo, Tizapán y tomó la población de Zacoalco donde había un contingente que había salido de Guadalajara a detener su avance. Estos defensores de la corona española eran integrantes de una “Liga” llamada “La Cruzada”; llevaban una cruz roja en el pecho y habían sido convencidos para luchar pero no tenían mucha experiencia ya que se trataba de gente acomodada de la ciudad. La batalla se llevó a cabo el 4 de noviembre de 1810 y El Amo Torres los derrotó y dejó en el campo a más de 200 combatientes realistas muertos. Durante el combate, un insurgente que montaba a caballo, lazó al jefe realista Tomás I. Villaseñor y lo llevó ante El Amo para que lo mandara fusilar; sin embargo el jefe insurgente le respetó la vida y lo dejó en libertad a pesar de que Villaseñor había amenazado con ahorcarlo en cuanto estuvieran frente a frente. El Amo Torres avanzó con sus tropas sobre Guadalajara y entró triunfante el 11 de noviembre. Le avisó a Hidalgo, quien estaba en Valladolid (hoy Morelia), para que entrara sin cuidado a la ciudad donde lo esperaba. Allí también los alcanzaron los jefes insurgentes, Portugal y Navarro quienes habían derrotado en La Barca, al jefe realista apellidado Recacho (otros autores lo mencionan como Tecacho).Durante su estancia en Guadalajara, Hidalgo ratificó el decreto de abolición de la esclavitud y expidió varios más con el fin de consolidar la lucha insurgente. Sin embargo, también mandó degollar a muchos españoles de la ciudad por lo que fue repudiado por muchos que vieron en ello un signo de mucha crueldad.Hidalgo y sus tropas salieron de Guadalajara y llegaron al Puente de Calderón el 17 de enero de 1811 donde sufrieron una gran derrota que obligó al ejército insurgente a huir hacia el norte del país. El Amo Torres acompañó esta marcha y con una parte del ejército, junto con Ignacio López Rayón, derrotaron al general realista Juan Zambrano en el cerro de El Grillo, cerca de la ciudad de Zacatecas y la tomaron. Sin embargo, días después un ejército al mando del general Calleja, los obligó a abandonar la ciudad y El Amo tomó camino rumbo a Michoacán y anduvo por Pátzcuaro, La Piedad y Zamora y otra vez, junto a Rayón, atacaron la ciudad de Valladolid el 29 y 30 de mayo de 1811. En esta batalla, El Amo sufrió una herida en el brazo izquierdo de la que nunca se recuperó. Durante varios meses anduvo combatiendo en la región de Uruapan y Zamora y en la provincia de Nueva Galicia (hoy, Jalisco y Colima) hasta que nombraron a Pedro Celestino Negrete con la encomienda de perseguirlo “hasta donde se echara”, como se decía en ese tiempo. El Amo Torres enfrentó a Negrete en Tlazazalca y se fue huyendo rumbo a Tupátaro donde fue derrotado por el comandante López Merino el 4 de abril 1812. Fue conducido a Guadalajara y sentenciado a muerte. El 23 de mayo fue ahorcado y sus verdugos dejaron su cuerpo colgando durante muchas horas. Después, lo bajaron y decapitaron dejando la cabeza clavada en la horca durante cuarenta días. A su cuerpo le aplicaron, según la sentencia, le pena de “descuartizamiento”, es decir, “partirlo en cuartos”. El “cuarto” de la mano derecha fue llevado a Zacoalco; el cuarto de la mano izquierda fue exhibido en la Garita de Mexicalcingo; un cuarto de la pierna fue llevado a la Garita de San Pedro y el otro a la Garita del Carmen, todas ellas en Guadalajara. Para terminar con la sentencia dictada, los realistas fueron y arrasaron la casa de El Amo Torres en San Pedro Piedra Gorda, no dejando piedra sobre piedra y la “salaron”, es decir, la cubrieron de sal para que ya no brotara ni el zacate. En la horca donde estaba expuesta la cabeza de El Amo pusieron un letrero que decía: “Antonio Torres, traidor al rey y a la patria”. Posteriormente, en su honor, se le agregó a la ciudad donde salió victorioso el nombre definitivo: “Zacoalco de Torres, Jalisco” y ahora, el Amo es considerado un gran héroe nacional.
El Padre José Antonio Torres.Nació en Cocupao (hoy Quiroga), Michoacán en 1770.Sus padres lo obligaron a estudiar la carrera eclesiástica aunque sin tomar en cuenta que su hijo no tenía ni la vocación ni los valores suficientes para este menester. El historiador Lucas Alamán decía de él: “…. Apenas entendía el oficio divino y por lo tanto, en sus estudios, tuvo escaso aprovechamiento”.Una vez iniciada la la lucha por la independencia de México, se unió a las fuerzas de Albino García, a quien apodaban “El Giro” y empezó a asolar las provincias de Guanajuato, desde Pénjamo hasta Valle de Santiago y en Michoacán por los rumbos de Valladolid (Morelia), Uruapan y La Piedad. Participó en el ataque a Valladolid el 2 de junio de 1811. Sin embargo, casi no se escuchó su nombre sino hasta 1814 cuando ya habían muerto muchos jefes insurgentes y Albino García lo mandó llamar dándole un cargo importante y asignándole tropas para que atacara a Iturbide quien era el comandante realista en la región. El Padre Torres sufrió varias derrotas a manos de Iturbide y de otros jefes como la que se dio a principios de 1815 en Acámbaro. Obtuvo un triufo efímero cuando, junto con otros jefes insurgentes atacaron la ciudad de Guanajuato el 25 de agosto de 1815. Posteriormente, varios líderes michoacanos celebraron la Junta de Jaujilla (era un fuerte situado cerca de Zacapu, Michoacán) y asignaron 800 hombres al Padre Torres. Éste se instaló en el Fuerte de los Remedios localizado en el cerro de San Gregorio, cercano a Pénjamo, Guanajuato y regulaba el cobro de contribuciones a los hacendados, arrieros y viajantes que tenían la mala suerte de pasar por esos lugares. En el Fuerte de los Remedios, el Padre Torres se recluía siempre a curar sus heridas después de que perdía los combates, que no fueron pocos. Con el tiempo aprendió que cuando se enfrentaba a un enemigo más o menos organizado siempre salía derrotado. Por consiguiente, desde entonces, decidió atacar solamente a las pequeñas poblaciones que no tenían manera de defenderse, como ocurrió con Yurécuaro, un año después.Mientras tanto, en 1815, el general Francisco Javier Mina llegó a instalarse en el Fuerte de El Sombrero (cercano a Lagos de Moreno, Jalisco) e hizo un viaje al Fuerte los Remedios para ponerse de acuerdo con el Padre Torres sobre algunos aspectos de la lucha insurgente. Acordaron que sus esfuerzos se iban a centrar en los dos fuertes que estaban en su poder y que el jefe iba a ser Mina. Sin embargo, como se varía después, el Padre Torres no fue leal a su palabra y traicionó a Mina. El Padre Torres recibió 8 000 pesos para comprar provisiones que debería llevar al fuerte de El Sombrero porque estaba sitiado pero por negligencia no cumplió su misión y el fuerte cayó en manos realistas. Mina tuvo que huir hacia el Fuerte de los Remedios y de allí seguía saliendo en excursiones a combatir a los realistas. Pasado un tiempo, las fuerzas del rey sitiaron el Fuerte Los remedios y el Padre Torres y su gente vieron cómo aprehendían a Mina y lo fusilaban el 11 de noviembre de 1817. El sitio continuó hasta el 1º de enero de 1818 en que los sitiados tuvieron que abandonar el fuerte y fueron masacrados, escapándose unos pocos, entre los que iba el Padre Torres. Él siguió huyendo durante varios días y cuando se dirigía a Surumuato, cerca de Pénjamo, fue derrotado nuevamente. A partir de esa fecha, reanudó sus tácticas de ataques que consistían en quemar pueblos indefensos y sus sembradíos, como lo había hecho anteriormente. Hizo estragos en Uruapan, La Piedad y Penjamillo en el estado de Michoacán y en Pénjamo, San Francisco, Silao, Valle de Santiago, Celaya, Irapuato y Salamanca en el estado de Guanajuato.
Después consumó una nueva traición con quien había sido su lugarteniente, Lucas Flores. A esta persona, le preparó una trampa invitándolo a jugar baraja y aprovechó la ocasión para hacerlo prisionero y fusilarlo. También mandó matar a Remigio Yarza quien había fungido como secretario en el Congreso de Chilpancingo y era muy apreciado en las filas insurgentes. Viendo todos estos desmanes que cometía, muchos de los jefes que lo acompañaban se reunieron en Puruándiro a principios de abril de 1818 y acordaron destituirlo y no obedecieron más sus órdenes. Después de lo anterior, el Padre Torres tuvo que unirse a las fuerzas insurgentes de los Ortiz a quienes les decían “Los Pachones” y al mando de 1 400 hombres atacó a Anastasio Bustamante el 18 de abril y fue derrotado una vez más. A partir de esa fecha, anduvo huyendo tanto de los realistas como de los insurgentes ya que entre estos últimos, se había granjeado muchos odios y rencores debido a sus múltiples traiciones y cobardías. Cuando llegaba a algún rancho, siempre disponía para él solo, de dos y hasta tres caballos ensillados para poder huir y como decía el muy cobarde, “es mi mejor táctica de guerra y con ella nadie me alcanza”. Nunca pasaba dos noches seguidas en el mismo lugar y se daba el caso, que estando acostado, al oír algún ruido extraño, inmediatamente se iba a otro sitio en la montaña. Esto orilló a los que lo acompañaban a abandonarlo ya que no aguantaron andar huyendo constantemente. Los realistas pusieron precio a su cabeza y encargaron al capitán Márquez Donallo que lo siguiera “hasta donde se echara” y no lo dejara descansar.La muerte de El Padre Torres.A fines de 1818 estando el Padre Torres en la hacienda de Tultillón (Silao, Gto.), invitó a jugar albures al capitán Juan Manuel Zamora quien tenía un caballo muy bonito, el cual, deseaba poseer el Padre Torres. Al terminar la jugada, Zamora había perdido mil pesos en oro y también doscientos cincuenta pesos de un pagaré que prometió saldar al día siguiente. Torres le dijo que dejara el caballo en prenda y que lo recogiera cuando pagara la deuda. Así lo hizo Zamora y al día siguiente cuando se presentó con el dinero, el Padre Torres se negó rotundamente a devolver el caballo. Zamora le insistió muchas veces que cumpliera su palabra pero Torres no lo hizo, por lo que terminaron tomando sus armas y trabándose en una pelea a muerte. Fue entonces que Zamora atravesó de lado a lado al Padre Torres y así se cumplió el dicho: “El que a hierro mata, a hierro muere” y con esto se terminaron los días de este funesto personaje.
Para nosotros los yurecuarenses, no debe pasar desapercibida esta parte de la historia y es necesario hacer las siguientes reflexiones:En primer lugar, no debemos olvidar los momentos de angustia y penurias que pasaron nuestros antepasados cuando la turba de Torres arrasó el pueblo quemándolo y también muchas trojes donde se guardaban las cosechas recién levantadas que servirían para el sustento del año por venir. Tampoco debemos olvidar los momentos de tribulación que sufrieron muchos vecinos antes de morir masacrados y atormentados.También debemos hacer un esfuerzo por revivir en nuestra memoria la “marcha de los prisioneros” que fueron llevados hasta el Fuerte de los Remedios en el cerro de San Gregorio, cercano a Pénjamo. Ellos fueron los sobrevivientes del ataque de Torres al pueblo. Ojalá podamos acompañar a las mujeres, niños y ancianos que fueron obligados a caminar muchos kilómetros. Sería justo repartir el dolor entre los que vivieron el episodio y nosotros los que somos herederos de su forma de vida.Por otro lado, también es necesario recordar a nuestros héroes yurecuarenses en la gesta de Independencia: en primer término, María de la Luz Rico quien murió defendiendo sus creencias y valores morales. Andrés Ventura, quien junto a doscientos hombres intentó tomar La Barca quedando vivos pocos de esos luchadores. Nicolás Tamayo y Marcelino Lorenzo quienes juraron morir juntos y al honrar su palabra, se vio cómo Nicolás fue sentenciado falsamente y Marcelino sin tener culpa siquiera, dio su vida por cumplir lo que había prometido.En todo México se está festejando el bicentenario del inicio de la lucha por nuestra independencia. Nosotros también tenemos mucho que conmemorar y mucho de qué sentirnos orgullosos: por un lado, nuestros derechos a vivir con dignidad y por otro lado, nuestra responsabilidad para seguir haciendo de Yurécuaro un lugar con más calidad de vida. Gracias por leer, reflexionar y hacer algo al respecto.
José Luis García Salazar

3 comentarios:

granitodeoro dijo...

De este funesto personaje Padre Antonio Torres al parecer alguien lo ha tomado por un heroe, y por lo que aqui se escribe de el, fue todo lo contrario y hasta un cobarde..en Tijuana, B.C. una calle lleva ese nombre, y eso demuestra que no se tuvo cabal conocimiento del comportamiento de este sujeto en la guerra de indpendencia..deberian de cambiarlo por el del amo Torres !!! que si fue un valeroso jefe insurgente !!!

B5 Salina Cruz dijo...

solo tenia conocimiento del "amo" torres pero no sabia d este otro curita llamado igual y para desgracia resulto una "fichita".
Ni hablar que hasta entre las mejores familias salen ovejas negras...
--B5--

Saffog Tochtli dijo...

Interesante entrada