Juan José Godínez Guardián (Calceto)

Muchas de las familias consolidadas hoy en día, se formaron hace varias décadas cobijadas con el romanticismo de las canciones de serenatas o “gallos” que interpretaba el personaje que hoy nos ocupa. En aquellos tiempos, se acostumbraba que el novio enamorado contratara un “Trío” o un “Conjunto musical” para demostrarle a la mujer amada su compromiso. Las familias que brotaron bajo esta añeja costumbre, hoy ya tienen muchos hijos y nietos que son baluarte de nuestra sociedad.

Juan José Godínez Guardián, mejor conocido como “El Calceto”, cuenta ahora con más de cincuenta años en el ambiente musical. Fueron sus padres: María Guardián Botello y Agustín Godínez Huaracha y nació el primer día del año 1940 en una casa del barrio de “La Estación”. Relata que la primera vez que cantó en público fue en 1957 en el “Cine del Padre”, situado a un costado del templo de La Purísima. En ese lugar, se llevaba a cabo la representación de una obra teatral donde actuaban, entre otros, Gabriel Salcedo, Francisco Solorio, Manuel Pérez y Manuel Morales, “la Muerte”. Sucedió un contratiempo ya que el vestuario estaba incompleto y a uno de los actores le faltaban los calzones adecuados. Como casi siempre, el maestro “Panchillo” amenizaba con su orquesta los entre-actos y animó a la concurrencia para que alguien subiera a cantar al escenario y que ellos lo acompañarían. Juan José se encontraba disfrutando la obra en compañía de varios amigos entre los que estaba, Enrique Álvarez, quien ya era un trovador conocido. Todos animaron, y casi subían a fuerza a Enrique, quien en determinado momento, retó a “el Calceto” a que fuera él quien subiera a cantar y éste aceptó de inmediato. Juan José, creyó que iba a ser fácil pero, como él dice, “ocurrieron varios fenómenos normales y paranormales al mismo tiempo”: “me empezaron a dar vuelta los calzones, me sudaron las manos, el micrófono ‘me daba toques’, y sobre todo, sentí unas emociones desconocidas debido a los aplausos que me dio la gente cuando terminé de cantar la canción Llévame….
Llévame todas las tardes a tu huerto,
y siéntate junto a mí entre las rosas,
cuéntame, por piedad, aquellas cosas
que hacen latir mi corazón ya muerto.
Deja que incline mi frente fatigada,
al ver esa nueva luz de la esperanza;
y déjame comprender en tu mirada,
que ya he vuelto a nacer porque me quieres.

Cuenta “el Calceto” que el recuerdo de la gran motivación que le dio la gente en esa su primera actuación, todavía lo acompaña a donde quiera que se presenta en público y es debido a eso que cuando le canta a sus paisanos, “les entrega pedacitos de su alma”.

El “Cine del Padre”.
Era un galerón construido después de la Revolución Mexicana en tiempos del Sr. Cura Julio López que estuvo en el pueblo desde el año 1922 hasta 1933. En ese lugar se llevaban a cabo diversos eventos tales como: presentaciones musicales y funciones de cine a las que se podía acceder los niños, en la matiné, si presentaban dos boletos: el que nos daban al asistir a la misa dominical y al asistir a la Doctrina. Veíamos películas como: “El Despertar del mundo”; “20 000 leguas de viaje submarino”, “Los Vikingos” y también veíamos todas las del Rey de la selva: “Tarzán de los monos”; El Tesoro de Tarzán”; “Tarzán y la cazadora” y en todas ellas veíamos a Johnny Weissmuller venciendo a todos los leones y cocodrilos con tal de salvar a Jane, su eterna novia.
También se escenificaban obras teatrales representadas por diversos actores del pueblo, siendo de la primera generación: Alejandro López Vega, Juan Torres y José Paredes entre otros. A esta generación la siguió otra donde actuaban: Joaquín Paredes, Joaquín Alvarado, Francisco Núñez, Roberto Silva, Manuel Pérez Segura, Eliseo Godínez, Francisco Solorio, Bertha Chavolla, las hermanas Lemus, Margarita y Socorro. También eran actores voluntarios Rogelio Becerra, Manuel Zaragoza, Margarita Macías, Octavio González Villanueva, los cuates Delgado Alcalá, Estanislao Delgado (Yayo el peluquero) y Andrés Navarro García. Representaban obras como: “Lázaro el mudo”, “La Barca sin pescador” del escrito español Alejandro Casona; “La Vuelta del Cruzado”, “La vida de San Felipe de Jesús”, “Apuros de un doctor” y muchas más. La directora de las obras era la Srita. Josefina Echegoyén y estos cuadros dramáticos y de comedia no solo se presentaban en Yurécuaro sino también en Zamora en el Teatro del Carmen y en Sahuayo.
En el “Cine del Padre” se presentó muchas veces el “Quinteto Macías” y en una de esas ocasiones fue memorable una interpretación que hizo José Luis Macías ya que con su violín imitó el canto de un ruiseñor poniendo de pié a su auditorio. También se recuerda al conjunto “Marabú” que fue organizado por la maestra Otilia Ángel Gaitán (hermana del Profesor Marín). En dicha ocasión, los integrantes del conjunto, acomodaron un tendedero de botellas y entraron los ejecutantes, entre quienes estaba Alejandro López (hijo) y se pusieron a sacarle armoniosamente varias melodías al tinglado de botellas. La gente no podía creer que de esos instrumentos tan comunes pudiera salir esa música tan bonita.
El recinto también se usaba en las graduaciones del Colegio Tepeyac. Se recuerda una de ellas cuando las muchachas de Comercio se graduaron. Tocaban la marcha de “Aída” y las muchachas iban entrando muy lentamente, paso a paso, hacia el estrado. En determinado momento, una de ellas metió el tacón en un hoyo (el piso era de tierra) y por poco cae. La gente se rió pero la jovencita salió airosa del trance. El lugar también se usó para llevar a cabo funciones de box pero se suspendieron porque varias veces, la gente no estuvo de acuerdo con el fallo de los jueces y subían al ring a querer golpear al referee. Unos meses antes de que el “Cine del Padre” fuera consumido por un incendio, se presentó Mike Laure y sus Cometas con canciones que les dieron fama como “La Rajita de Canela” y “La Cosecha de mujeres”.
Sin embargo, también en este lugar se originó una leyenda, a la que vulgarmente por muchos años, se llamó “El pedo de La Muerte”. Todo sucedió más o menos así. Se anunció una función literario-musical a la cual acordaron asistir un grupo de amigos que en ese entonces integraban “la palomilla brava” y eran, entre otros, Manuel Bravo, el “Zarco” Alcalá y Manuel Morales a quien apodaban “la Muerte”. En determinado momento, Pina Echegoyén, estaba recitando muy emocionada “La Serenata de Schubert” del poeta Manuel Gutiérrez Nájera. En cierto momento de la declamación, Manuel Morales, “la Muerte”, soltó una sonora trompetilla, (que aun ahora no se sabe por cuál conducto corporal salió) y después, coincidió con la pausa de la declamadora que preguntó, de acuerdo al poema: “¿De quién es esa voz?. ……”
Es obvio decir que la concurrencia soltó la gran carcajada y dicen que los de la “palomilla” fueron sacados del salón sin reintegrarles el importe de su boleto mientras que la Srita Echegoyén, imperturbable, continuó diciendo:
“ … parece alzarse junto del lago azul,
noche quieta,
subir por el espacio y desgranarse……”

El Cine del Padre fue también sede del Colegio Vasco de Quiroga hasta el día en que ocurrió el incendio que lo arrasó y el Colegio se tuvo que trasladar a la Calle Fco. I. Madero.

Volviendo al relato de nuestro personaje, Juan José nos cuenta que su abuelo Chema Godínez fue el que inicialmente le dio la idea de ganarse la vida como artista ya que, siendo muy niño, lo llevaba con sus amigos para que les cantara y a cambio le daban unas monedas y le decían que cantaba bien. Ya para cuando ocurrió su debut antes mencionado, El Calceto seguía practicando a solas las canciones de moda y se le presentó la ocasión de continuar su vida artística ya que hubo una boda por el rumbo de La Estación y como él dice, “no andaba de gorrón” sino que yo era invitado formal. La fiesta estaba siendo amenizada por la Orquesta de Panchillo y éste le pidió que cantara nuevamente la canción “Llévame” y Juan José se la dedicó a los novios. Al terminar la pieza, los invitados empezaron a gritar: “¡ Oootra, oootra, oootra! y El Calceto no se hizo del rogar, complaciéndolos con varias melodías.
Días después, “Panchillo” Delgado y Alfredo Zamayoa, que eran los directores de la orquesta, lo invitaron a pertenecer a la agrupación. En ese entonces, “Panchillo” tocaba el saxofón y también cantaba y había veces en que la gente, a manera de broma, le pedía que cantara y le soplara al instrumente al mismo tiempo, “a ver si era tan macho”. Sucedió pues que Juan José se incorporó a la orquesta para ayudar a cantar porque “Panchillo” no se daba abasto con las dos cosas y empezaron a recorrer las cantinas en busca de clientes para tocarles “por pieza” o “por hora”. Cuenta El Calceto que en una de sus primeras interpretaciones y estando en la Cantina de Salvador Campos, unos clientes pidieron la canción: “Cada Noche un amor” y la empezó a interpretar Juan José. Los clientes ya estaban acostumbrados a la educada voz de “Panchillo” y cuando escucharon que era otro el que cantaba, uno de ellos se levantó de la mesa y gritó enojado: ¡Paren la música ca….! Y volteando a ver a El Calceto le dijo: ¡Mejor vete a asaltar al Camino Real o mata a alguien, pero no cantes! Juan José cuenta que sintió que se la caía el techo encima y tristemente dejó que “Panchillo” terminara de cantar. Sus compañeros de la orquesta lo animaron diciéndole que así pasaba siempre cuando se iniciaban en esos menesteres. Obviamente, la crítica recibida hubiera obligado a otra persona a abandonar la carrera artística pero como dice Juan José “yo no me dejé derrotar” ya que me gustaba cantar y por otra parte, “era muy grande mi necesidad por trabajar”. Total, que en esa misma ocasión, otro de los clientes los contrató para seguir cantando en su casa. Después de varias horas se hizo la repartición de las ganancias tocándole a El Calceto, noventa pesos que, comparados con los ciento veinte que ganaba haciendo rosarios en toda la semana, se le hicieron muy buenos por haber sido los primeros que ganaba en su nueva profesión. Con el conjunto de “Panchillo” duró dos años trabajando y después se fue a Guadalajara con su tío Lorenzo Guardián que también era músico y estuvo trabajando con un trío por el rumbo de San Juan de Dios y también consiguió hacer una presentación en el Canal 6 de Guadalajara.
Posteriormente se trasladó a la ciudad de México y empezó a trabajar en La Plaza Garibaldi. En cierta ocasión, un cliente le pidió que le cantara y una vez que terminó le dijo que su voz era magnífica y también comentó que él era un artista y que le iba a dar una recomendación para que se presentara en Discos Orfeón. Juan José se presentó en las oficinas del directivo de la empresa discográfica pero, a pesar de que iba diariamente, nunca pudo conseguir que lo escucharan cantando. Desesperado, fue a ver al artista al que le había cantado en Garibaldi, y que a esas fechas ya sabía que se llamaba Eduardo Manzano, “El Polivoz” quien nuevamente lo ayudó dándole otra recomendación. Esta vez, El Calceto fue a Televicentro y se inscribió en el programa “El Club del Hogar” de Madaleno y gracias a su buena actuación, tuvo la oportunidad de presentarse en otros programas. Sin embargo, como dice El Calceto, la paga no era mucha y tenía que hacer “doble turno” ya que también seguía cantando en La Plaza Garibaldi. También comenta que a pesar de tener dos trabajos, el dinero no le alcanzaba. Recuerda que en varias ocasiones no tuvo para pagar el hotel y después de trabajar toda la noche, tenía que esperar al primer tranvía que pasaba hacia La Villa de Guadalupe y en cuanto abrían las puertas de la antigua Basílica, él se metía a dormir en alguna de las bancas. A manera de broma dice: “aprendí a dormir sentado y no caerme de lado”. Eran muchas penurias pero valían la pena ya que lo hacía por su gran amor a “la cantada”. Estando en Televicentro, tuvo la oportunidad de estar cerca de grandes artistas como Pedro Vargas, Emilio Tuero, Toña La Negra, Marco Antonio Muñiz y varios más. También en una ocasión, platicando con el director Carlos Oropeza, éste le comentó que debía de ahorrar y comprarse un buen vestuario porque eso podría realzar sus presentaciones musicales y que podría ingresar a La Caravana Corona donde, por ese entonces, estaban lanzando a artistas como Enrique Guzmán, Angélica María y César Costa, entre otros. Con la nueva necesidad de comprarse un vestuario, El Calceto se inscribió en el Programa de Aficionados donde daban un premio en efectivo con lo que podría comprar lo que ansiaba. Antes de iniciar el programa, le preguntaron a Juan José el lugar donde había nacido y dónde trabajaba. El Calceto contestó muy orgulloso: ¡Soy de Yurécuaro! Y trabajo haciendo artículos religiosos en la fábrica de Eusebio Diaz. Sucedió que por coincidencia, en Yurécuaro, algunas personas estaban viendo el programa y pronto se corrió la voz y todos estaban muy emocionados porque alguien del pueblo estaba en un programa que se transmitía a nivel nacional. Juan José no ganó el programa y tampoco eso lo desmotivó y cuando regresó al pueblo, sus amigos del barrio lo felicitaban ya que era alguien que había dicho con orgullo ser yurecuarense. También le decían: “Para nosotros, tú fuiste el ganador”. Ya cuando estaba en su casa, se presentó Eusebio Diaz quien estaba muy emocionado porque le había hecho propaganda al mencionar su fábrica. Eusebio le dijo que al siguiente día fuera a verlo a su oficina para firmar el documento del préstamo con el que El Calceto se podría comprar su vestuario. Cuando se presentó a recibir el dinero, la persona que iba a fungir como testigo, y que por cierto, es familiar de Juan José, le dijo a Eusebio Diaz: “fíjate bien y no arriesgues tu dinero porque a lo mejor mi pariente no va a poder pagarte”. Entonces, Eusebio le dijo a Juan José que regresara al siguiente día porque iba a pensarlo un poco más. Después, cuando El Calceto se presentó a recoger el préstamo ¿qué creen que pasó?, ¡La operación no se llevó a cabo! y Juan José tuvo que iniciar nuevamente los recorridos por las cantinas del pueblo para juntar el dinero para su vestuario. Junto con sus compañeros de la Orquesta de Panchillo, iban a buscar clientes a: “La rata Muerta” que era una cantina situada en contraesquina del Mercado Municipal; también iban a trabajar a La Loma, en la llamada “Zona de Tolerancia” donde había varios “Bules” y en donde, muchas veces tuvieron que salir corriendo para evitar que les tocara una bala perdida en alguna de tantas balaceras que ocurrían en esos lugares. También frecuentaban la cantina de Rafael Torres considerada por muchos como la más popular debido a su sabroso caldo “michi” que daban como botana. Iban también a la cantina que estaba junto al Cine Estrella, que era propiedad de Eduardo Miranda y que a juicio de Juan José, ha sido la más elegante que han puesto en el pueblo. Donde también actuó como solista El Calceto, fue en la de Roberto Contreras que era donde se servían las más finas botanas.
Juan José Godínez nos relata que tuvo muchos compañeros con los que compartió la profesión entre los que recuerda están, además de Panchillo: los maestros Bonilla y don Benigno; Alfredo Zamayoa, Francisco Pérez, Luis Salcedo, Ignacio Pérez, Rafael Herrera, Luis Pérez, Arturo Guevara, Lorenzo Guardián, Enós Rodríguez, Israel Ortiz, Gumersindo Flores. Como dice El Calceto con agradecimiento, “de todos ellos aprendí muchas cosas y les guardo un gran cariño”. Agrega: “me falta mencionar muchos otros que por el momento no me acuerdo, pero que le pido a Dios, los bendiga siempre”.
Estimados lectores, quisiera terminar esta columna con una canción que Juan José Godínez tiene en uno de varios discos que ha grabado y que tiene mucho significado para él:

Seré
Un día llegará que ya, …de tanto ir y venir rodando,
el cuerpo me dirá que no, …que pare,
que ya está cansado.
Un día llegará quizás, ….que tenga que pagar muy caro,
por no saber decir que no, ….al ansia de llegar más alto.
Seré, quien todo lo dio por triunfar,
…..dejando su vida al pasar,…..
hecha pedazos,
seré, un sueño que sí se cumplió,
un potro al que nadie domó,
sólo los años.

Un día llegará que ya, ….no tenga que seguir contando,
y entonces yo, me callaré, y ya me quedaré callado.

Un día llegará que ya, …..de tanto que canté de tanto,
mi voz ya no será mi voz, ….mi canto no será mi canto.

Seré, quien todo lo dio por triunfar,
dejando su vida al pasar, ….
hecha pedazos,
seré, un sueño que sí se cumplió, un potro al que nadie domó,
…..solo los años.

Seré, un hombre que no pudo más,
un viejo gavilán cansado.......
echando a las palomas...... paaaaaaaaannnn.

Gracias por acompañarme nuevamente.

José Luis García Salazar