Lázaro Beltrán Sánchez

En el artículo pasado, reflexionamos sobre la importancia de crear conocimiento y estudiar arduamente para alcanzarlo. Los logros del personaje del que ahora hablaremos nos reafirmará esta aseveración.Hace tiempo, le escuché a George Land un concepto que me impresionó favorablemente. Él nos decía que todo ser humano puede ser motivado por una gran fuerza que proviene del futuro y a eso le llama “Ser jalados por el futuro”. Lázaro Beltrán es un claro ejemplo de cómo se puede aplicar lo anterior para lo cual les pido que recorramos juntos algún tramo del camino que ha tenido que andar en la vida. Cuando era chico, Lázaro se hacía la pregunta ¿Quiénes son los que realizan inventos? Hubo alguien que le dijo que los que inventaban “cosas” eran los doctores. Siguió un poco confundido ya que los doctores que él conocía en Yurécuaro, recetaban y curaban a la gente y que él no se refería a ellos. Entonces, su amigo Jaime Oceguera, lo ayudó a entender mejor lo que quería. Lázaro comentó que “quería ser doctor” para inventar algo de provecho para la humanidad. Jaime le explicó que para realizar su sueño era menester concluir primero una carrera, luego, terminar una maestría y después de eso, podría estar en posibilidades de alcanzar el doctorado y junto con eso, podría generar no uno, sino varios inventos. Después de esta plática con su amigo, Lázaro grabó en su mente y en su voluntad el objetivo de estudiar para ser doctor no importando todas las penurias que eso le pudiera acarrear en la vida. Él visualizó el futuro que algún día llegaría a alcanzar y eso fue lo que lo mantuvo motivado a estudiar durante varios años.Lázaro Beltrán Sánchez nació el 29 de agosto de 1971 en Zimapán Hidalgo en lo que se conoce como Valle del Mezquital. Es hijo del profesor Lázaro Beltrán Lora y de la señora Oliva Sánchez Mondragón quien, a la hora de dar a luz a Lázaro, casi muere porque en el pueblo no había atención médica. Viendo lo anterior, el profesor Beltrán tomó la determinación de que sus próximos hijos por nacer serían recibidos en un lugar apropiado y entonces se traslada con su familia, primero a la región de Nocupétaro Michoacán, de donde es la señora Oliva, y después a Los reyes Michoacán para finalmente instalarse en Yurécuaro en 1975.Los primeros estudios los realizó Lázaro en el Jardín de Niños. Posteriormente fue inscrito en la Escuela Primaria “José Ma. Morelos” y al cambiar de domicilio su familia, fue inscrito en la “Escuela Primaria Federal Constitución de 1917” de donde Lázaro Beltrán guarda un grato recuerdo de su maestra “Elisita” a quien admiró mucho por su claridad de mente cuando ella contaba ya con 92 años y él le seguía aprendiendo. Ella también le inculcó un gran deseo de conocimiento y lo impulsó a competir en el “Concurso Académico de Sexto año”. Lázaro ganó el concurso en su escuela y en la zona escolar de Yurécuaro y cuando fue a competir a Jiquilpan, como él mismo dice: “ algo me falló y no me alcanzaron mis conocimientos sino para un poco decente cuarto lugar”. Posteriormente, Lázaro ingresó a la Escuela Secundaria Justo Sierra, de donde su papá era el subdirector, además de ser su maestro y de quien adquirió no solo sus valores familiares sino valores profesionales ya que en una ocasión en que Lázaro esperaba una mejor evaluación por parte de su papá, éste se la negó ya que “tenía que esforzarse más que los otros alumnos para demostrar, con sobrada evidencia, que era merecedor a una mejor calificación”. El siguiente escalón que Lázaro ascendió fue el de sus estudios en el Colegio de Bachilleres en el plantel de nuestra ciudad. Una vez terminados éstos, y estando ante la disyuntiva de su carrera universitaria se topó con los primeros problemas serios ya que no era lo mismo estudiar en Yurécuaro, donde tenía casa y sustento, que estudiar en otra ciudad. Su papá le aconsejaba que estudiara en el Tecnológico de Morelia porque sería más económica su estancia y además, el ingreso a la UNAM, que era a donde quería ir Lázaro, iba a ser muy difícil. Sin embargo, no cambió de parecer y ayudado con información que le proporcionó Ramiro Mora supo de los trámites e ingresó a la universidad.
Los amigos.Lázaro Beltrán recuerda con mucho cariño a mucha gente de nuestra ciudad. En el Jardín de niños conoció a René Martínez Valadez, nuestro gran pintor, y desde entonces sigue cultivando su amistad. Estando en la primaria conoció a Miguel Sánchez con quien compitió en el Concurso Académico de Sexto año y ya cuando estaba terminando la primaria, conoció a la que iba a ser su primera desilusión amorosa y no es que Lázaro sea un don Juan, sino que esta niña robó un cachito de corazón y como decíamos en el pueblo, “no le correspondió” o como dice más tajantemente nuestro personaje: “ni caso me hizo”. De la secundaria, se acuerda de Liliana Rizo y Ricardo Salazar. Del Colegio de Bachilleres sigue su amistad desde entonces con Esther Meza, Laura Silva, Juan Luis Cervantes, Mónica Andrade y sobre todo con Jaime Oceguera.
La carrera de Ingeniería Química Metalúrgica en la UNAM.Lázaro llegó a la ciudad de México acompañado por su padre muy temprano en una mañana de septiembre y presentó su examen de admisión; no había podido dormir durante el viaje debido a lo excitado que estaba ya que, como dice Lázaro: “me estaba jugando la vida, esa vida que yo había escogido para mí”. Sin embargo, no estaba nervioso a causa de su capacidad para presentar el examen ya que había estudiado arduamente durante seis meses y estaba seguro de lograr su entrada a la universidad. Regresaron a Yurécuaro y a Lázaro se le hizo eterna la espera mientras se publicaban los resultados; en ese tiempo, el que más sufrió fue Ramiro Mora ya que Lázaro todos los días iba, casi de madrugada, a preguntarle si ya tenía el periódico con los resultados. Cuando éstos llegaron, Lázaro vio que había sido aceptado y por lo tanto preparó “maleta” (así en singular, porque precisamente, solo tenía una maleta) y se dispuso a su gran aventura. De ese momento, Lázaro guarda en la memoria con gran cariño, la breve ceremonia con la que su madre lo despidió. Consistió ésta en una “limpia” de las que muchos mexicanos acostumbramos y que el mismo papa Juan Pablo II, recibió de una anciana en la Basílica de la Virgen de Guadalupe. Lázaro nos dice que su madre siempre acostumbró en todos los eventos importantes de su vida, purificarlo con incienso y otras hierbas de olor. Después de estas limpias, cuenta Lázaro, “me sentía invencible y pensaba que nada en el mundo me podía detener ya que me proporcionaban una gran motivación y empuje mental y emocional”. Ya en la universidad, los compañeros de nuevo ingreso de Lázaro le preguntaban que cómo le había hecho para pasar el examen de admisión ya que no creían que hubiera pasado el examen sino que había sido “recomendado” por una “buena palanca”. Él solamente se sonreía esperando la ocasión de demostrarles de lo que era capaz y lo hizo pronto ya que durante sus estudios obtuvo cuatro becas: la alimenticia, la beca de la Fundación UNAM para alumnos de alto desempeño; la beca de computación y otra de inglés. Al término de su carrera, Lázaro Beltrán Sánchez obtuvo la Medalla Gabino Barreda, que es el más alto galardón que otorga la UNAM al mejor promedio de cada generación en cada carrera. En su examen profesional obtuvo mención honorífica y la UNAM le otorgó la beca para estudiar maestría en el extranjero también como reconocimiento por haber obtenido la medalla. De esta etapa de su vida, Lázaro recuerda el gran apoyo recibido de parte de la hermana de Jaime Oceguera y de Carlos Santos. También recuerda que para completar “la papa”, tuvo que trabajar, dando clases a los hijos de un matrimonio amigo de Ramiro Mora y también les dio clases a los hijos de su profesora en la facultad, Xóchitl Arévalo.
Los estudios de maestría.Paso a paso, Lázaro siguió en pos de su visión y anhelo por ser un “doctor”.De entre tres opciones que se le presentaron, escogió la Universidad de Alabama para obtener su grado de Maestría en Ciencia de los Materiales. Al inicio, aunque Lázaro ya había estudiado inglés, no entendía mucho y no se atrevía a hacer preguntas porque como él dice, “ni me entendían y mejor ni preguntaba”; así es que el primer año se la pasó estudiando doble ya que tenía que entender las materias científicas y también tenía que entender el idioma. Para colmo, se le asignó como tutor al Dr. Nagy El-Kaddah, un egipcio con “un genio de los mil demonios” y que trataba a sus alumnos “como si fueran sus esclavos”; aun así, le aprendió muchas cosas que le han servido en la vida.Con el doctor egipcio, y en un ambiente de comunicación y señas “yurecuarenses-estadounidenses-faraónicas”, Lázaro desarrolló un equipo que a la hora de explicarlo a los que no estamos familiarizados con eso, parece como de película, como esa de “Matrix” donde los metales fundidos flotan como si nada los sostuviera en el aire. Cabe agregar aquí, que los resultados de las investigaciones de Lázaro, si las entendieron unos gringos “muy listillos” que vieron grandes posibilidades y es por ello que le ofrecieron una beca para estudiar el doctorado. Las becas que se otorgan tanto en maestría como en doctorado, son raquíticas y no creamos que sirven para que los estudiantes se la pasen gastando los dólares a montones; al contrario, tienen que ser apoyados por empresas que les indican sobre qué investigaciones deben de trabajar y con ello, les pagan algo adicional para poder completar su estancia en la universidad.
Se cumple el sueño: Doctorado en Ciencia de Materiales (se abrevia en ingles: Ph.D.)Una vez terminada su maestría, Lázaro recibió dos ofertas para el doctorado: una de la Universidad de Alabama y la otra de la NASA, la Agencia Aeronáutica y del Espacio; se decidió por la segunda y se le asignó como tutor al Dr. Doru Stefanescu, un rumano de la región de Transilvania (de donde son los castillos con vampiros, que vemos en las películas de terror). Con la asesoría de este doctor, Lázaro desarrolló una teoría para explicar cómo se solidifican muchos metales. Lo curioso de su investigación es que se inicia explicando dos cosas muy sencillas: ¿Cómo se congela el agua? ¿Cómo se forman los copos de nieve? Nosotros los yurecuarenses pudiéramos decir también que Lázaro fue alumno de Don Ramón, el de La estación, que siempre nos decía que él había inventado el “agua hervida”. La teoría elaborada por Lázaro es usada como libro de texto en muchas universidades en todo el mundo y se titula: “La teoría Beltran-Sanchez-Stefanescu de solidificación de los metales”. De este asesor, guarda con mucho cariño una dedicación que le hizo y que dice: “Para Lázaro, uno de mis mejores estudiantes que yo haya tenido en mi larga carrera como investigador y profesor en la Universidad de Alabama”. Pero nuestro paisano con mucha humildad nos aconseja: “No debemos creernos todo lo que nos dicen”.
La aplicación del conocimiento.Una vez terminado el doctorado, Lázaro se dio el lujo de escoger entre tres empresas que solicitaron sus servicios y se fue a la empresa Intel en Arizona. Uno de los primeros proyectos en el que participó fue para desarrollar el procesador Core 2 Duo que está en muchísimas de las computadores que se usan en el mundo. En la actualidad, está a cargo de un equipo de doctores de varios países: Estado Unidos, India, China, Malasia y de otros lugares. Este equipo de doctores, que no son de los que curan, están investigando y desarrollando procesadores de supercomputadoras, de las más grandes y potentes del mundo. Aunque dice Lázaro que “nunca me imaginé en un laboratorio de este tipo y siendo jefe de tantos científicos”, yo creo que si tuvo ese sueño, porque eso fue lo que “lo jaló” y motivó para poder soportar hambres, penurias y tantos años de estudio.
¿Qué aprendizajes nos deja el relato de este personaje yurecuarense?En primer lugar, creo que Lázaro Beltrán Sánchez, nos deja como ejemplo su capacidad de visualizar y grabar en la memoria su gran determinación del ideal que quiso y logró obtener: ser un doctor que inventa productos para beneficio de la humanidad. En segundo término, debemos admirar e imitar el gran amor a su familia: a sus padres, Lázaro y Oliva; a sus hermanos Minerva, Dulcinea, Anastacia, Edgar, Abif e Hiram. Como tercer “valor” a imitar está el de su gran cariño por la “mexicanidad” o sea, su respeto por este mestizaje del cual todos formamos parte y que en el caso de Lázaro, está representado por las enseñanzas de la cultura Otomí de parte del profesor Lázaro Beltrán y las enseñanzas de la cultura Purépecha de parte de su madre Oliva Sánchez.Quiero terminar esta columna citando un verso que hizo Lázaro en Yurécuaro cuando tenía quince años. Lo leyó cuando terminó su disertación al recibir su doctorado y ahora lo comparte con todos nosotros:
El Vasto universo poblado de estrellas,Guarda con gran celo miles de secretos,Que sólo revela a personas aquellas,Que están empeñadas en correr sus misterios.
Gracias por su lectura:
José Luis García Salazar
www.productividadorganizacional.com

1 comentario:

Unknown dijo...

Un ser humano alegre y tenaz. Además, se preocupaba de que sus compañeros también comprendieramos el tema.