José Luis Rodríguez López

En esta ocasión vamos a hablar de un joven misionero comboniano yurecuarense que se encuentra entregado en cuerpo y alma ayudando a mucha gente en un país africano llamado Mozambique, situado en la parte sur del continente, y que hace frontera con Sudáfrica.Nuestro personaje es hijo de María Isabel López Pérez y de Salvador Rodríguez Cendejas, quienes procrearon y educaron a una familia de 10 hijos. José Luis realizó sus estudios de educación primaria en Yurécuaro en las escuelas José María Morelos y Vasco de Quiroga. A la edad de doce años ingresó al seminario de los Misioneros Combonianos en Sahuayo. En 1994 hizo sus votos de Pobreza, Castidad y Obediencia y posteriormente tuvo que viajar a Sao Paulo en Brasil para realizar sus estudios de Teología. En ese país, José Luis fue ordenado como Diácono en 1997 y fue ordenado como Sacerdote en 1998. En ese mismo año, se le encomendó la tarea de formar a los futuros misioneros en el seminario de San Francisco del Rincón, Guanajuato y posteriormente, fue designado Director del mismo. Este cargo lo desempeñó durante siete años. A principios de 2007 partió al África a las misiones en Mozambique.Los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, A.R. son una Institución internacional integrada por sacerdotes y hermanos. Fue fundada por San Daniel Comboni. Tienen como Misión: anunciar a Jesucristo a los pueblos que todavía no lo conocen y colaborar con las iglesias más necesitadas. Trabajan en el mundo a través de “mover los corazones” de la gente para ayudar al prójimo y pregonan el lema: “Dios sigue llamando, no se hagan sordos a su voz”. En México ayudan en todas las zonas marginadas a través de sus casas misioneras en: Sahuayo, Mich., Guadalajara, Jal., Tlapa, Gro., San Francisco del Rincón, Gto., Monterrey, N.L., Cuernavaca, Mor., Tuxtepec, Oax., Xochimilco, D.F. y en Baja California Sur. En el mundo, tienen presencia en más de cuarenta países.
Un mundo diferente.Mozambique fue colonizado por Portugal desde el siglo XVI. En la década de 1960, sus habitantes comenzaron una guerra de guerrillas con el fin de lograr su independencia hasta que la lograron en 1975. Posteriormente, comenzó una feroz guerra civil entre dos facciones: una marxista apoyada por la Unión Soviética y la otra, apoyada por Sudáfrica. Esta guerra terminó en 1992 y todavía en la actualidad ocurren graves accidentes por las minas terrestres que quedaron activadas y olvidadas en el territorio. La economía de Mozambique es una de las más pobres en el mundo y no se puede alimentar adecuadamente a los 21 millones de habitantes. Adicionalmente, se tiene el gran problema del virus VIH-Sida ya que el 13 % de la población está infectada. Debido en parte a lo anterior, la esperanza de vida en el país es de 48 años. Aunque el idioma oficial es el portugués, se hablan diferentes lenguas y dialectos. Existe también un gran problema ya que menos de la mitad de la población está alfabetizada y en las diferentes regiones se han defendido fieramente contra la penetración de otras culturas por lo que se dificulta la ayuda que de manera desinteresada prestan diferentes organismos e instituciones, entre ellos el de los Misioneros Combonianos. Refiriéndonos a su cultura, vale la pena comentar algunas diferencias con respecto a la de nosotros, como por ejemplo, lo que se puede llamar como “matrilinealidad” en la cual, dentro de las familias, los hombres tienen la autoridad pero son las mujeres quienes le dan el nombre a su linaje pues los hijos e incluso los maridos, en cuanto se casan, toman el nombre de la familia de la mujer. (Es como en México, donde los hombres decimos que mandamos en nuestros hogares y en realidad son las mujeres las que siempre dicen la última palabra). Podemos también comentar una anécdota sobre la forma en que en los africanos perciben la diferencia con respecto al mundo de los “blancos”. Se cuenta que en una ocasión en que unos mozambiqueños viajaron por varios países occidentales, al regresar a su tierra, contaban a sus paisanos que habían visto que los blancos también “metían las manos” a trabajar en el campo siendo que en Mozambique, nunca se había dado el que un blanco trabajara en el campo o en la construcción, ya que esas tareas siempre se las habían dejado a ellos porque el blanco siempre ha tenido un estatus superior desde tiempos de la colonia. Por otro lado, después de la guerra civil, los misioneros han tenido que luchar arduamente para poner nuevamente en funcionamiento las misiones católicas en la provincia de Sofala, que es una de las zonas más pobres de Mozambique. Todavía se recuerdan con gran tristeza lo ocurrido, no solo en este territorio sino también en otros países vecinos, cuando los bandos que luchaban en la guerra, utilizaban a niños de hasta ocho o nueve años, como soldados. Estos niños eran arrebatados de sus familias; posteriormente, se les hacía un “lavado de cerebro” y se les hacía adictos al alcohol y a las drogas y se les capacitaba para que mataran sin piedad a los que les ordenaban sus jefes en el ejército.La vida misionera.Nos cuenta el padre José Luis que él vive a casi 3 000 kilómetros de la capital del país, Maputo. La región está al norte y se llama Ribaué que comprende varias parroquias como la de Lalaua y Meti. En dicha región existen varias capillas dedicadas a La virgen de Guadalupe ya que en años anteriores han pasado por esos lugares varios misioneros mexicanos que han dejado nuestra huella en esas regiones tan apartadas del mundo. La Misión que les toca atender es muy extensa por lo que tienen que desplazarse con muchas dificultades ya que son pocos los misioneros que están sirviendo a esa comunidad. Los misioneros combonianos de Mozambique se han propuesto que cada una de las misiones cuente al menos con una escuela, un centro de salud y un programa de capacitación y desarrollo agropecuario para que la gente por sí misma finque su futuro y no esté dependiendo permanentemente de la ayuda de otros países y de otras personas. En cada misión existen líderes “animadores” que tienen la responsabilidad de coordinar las celebraciones y tienen una cierta autonomía y se apoyan en varias personas para llevara a cabo los servicios religiosos. Están las y los catequistas; también juegan un papel muy importante los ancianos de la comunidad los cuales aún son muy respetados.
Aprendiendo otro idioma.“Ni nsina n' Atithi, ni na Mwana ni na Eroho Yowarya. Amén.Nuestro paisano nos cuenta la siguiente anécdota:También como yurecuarense, me siento dichoso de estar en estas tierras africanas, aprendiendo y conociendo de todo. La lengua Macua es muy difícil ya que es muy diferente a nuestros sentidos y sonidos metódicos del español. Sin duda que para todo misionero que llega por primera vez a una misión, como es mi caso, todo es nuevo, y todo se transforma en admiración y sorpresa. Esta es la experiencia que hoy estoy guardando en mi corazón. Porque como ya todos sabemos, lo primero que uno ve y conoce, nunca se olvida, queda grabado en el corazón como un tatuaje. Y colocar un tatuaje en la piel implica mucho sufrimiento y dolor para después admirar y presumir lo que ha quedado grabado. Ahora, tatuar experiencias en el corazón, es pasar por el mismo proceso de Jesús. Sufrir, Morir y Resucitar. Para que después, yo pueda anunciar lo que viví en esta experiencia. Cuando inicié el aprendizaje me dije ¡Si los niños lo hablan, porque yo no! Fue entonces que recordé la invitación de Jesús: ¡Tienes que volver a ser niño! Para poder entrar al Reino de los Cielos. Yo por mi parte dije, también para conocer otra lengua y cultura y entrar en ellas, es necesario volver a ser niño. Todos los misioneros pasamos por esta experiencia que llamamos inculturación. Pero más que una inculturación, es vivir la experiencia de la cual nos habla Jesús. “volver a ser niños”, para poder entrar a la otra cultura y empaparme de todas sus riquezas que tiene y de lo que ella implica. Junto con mi comunidad, acordamos en que el secretario de la parroquia me podía ayudar a poner algunas bases y tener mi primer encuentro con la lengua Macua. Rápidamente acepté y también el secretario aceptó. Empecé mis primeros días con muchas dificultades, pero poco a poco con la práctica me fui acostumbrando a la lectura. Poco después, según mi “profesor” (así es como lo llamo, ya se imaginan lo contento que se pone), me dijo que ya estaba listo y que podía hacer la celebración de la Eucaristía en este idioma. Yo le decía que me faltaba más tiempo, pero él insistió en que ya podía celebrar, ya que todo lo que leía, durante las clases que me daba, se entendía muy bien. Por lo tanto, acepté.Llegó el día de la celebración, inicié con la señal de la cruz: “Ni nsina n´Atithi, ni na Mwana ni na Eroho Yowarya. Amen”, esto por lo menos ya lo entendía, y todo mundo me respondió “Amen”. Cuando escuché que todos me respondieron, sentí una satisfacción verdadera en el corazón. Después me puse en las manos de Dios, porque Él es el que está como protagonista de nuestra Celebración. Él es el Centro de todo. Continué con la lectura pero ya no entendía nada, solo dejé que el Espíritu de Dios me condujera y me guiara, para vivir y sentir la celebración y para que la comunidad entendiera lo que yo estaba hablando. Llegó el final de la celebración que duró mas de dos horas, pregunté si todos entendieron lo que celebramos, y todos respondieron que si. Les dije que fue mi primera celebración en Macua, y todos se rieron, aplaudieron y gritaron con alegría, aprobando mi primera experiencia en Macua. Al ver este signo de parte de ellos, agradecí a Dios porque Él es el que habla y está vivo entre nosotros, sea en español, italiano, portugués o Macua, Él está en nuestro medio en el que vivimos. Al final, quedé satisfecho y contento porque ya pude leer esta lengua y a la vez me quedé lleno de esperanza porque todavía me falta hablar en esta lengua. No se cuanto tiempo tenga que invertir para hablarlo, pero la satisfacción y la alegría de leer la celebración Eucarística ya quedaron tatuados en mi corazón. Y aún más, quedó tatuado al ver la alegría de la gente en aprobar esta lectura. A ellos les gusta que un blanco hable Macua, porque es así como ellos lo sienten más propio. Como el niño es parte de una familia, así el misionero se hace parte de esta familia de los Macuas, cuando habla, vive y siente esta cultura. Nuestro paisano nos contó además lo siguiente: la realidad de estas tierras es una realidad que todos conocemos, una realidad de miseria. Buscan cualquier cosa para obtener el pan de cada día. El otro día, un pequeño ratón se metió al barril donde tenemos guardado el maíz; entonces, entró un muchacho, lo agarro, le apretó la cabeza y se lo llevó para su casa. Ya contento llevaba el pan (ratón) a su casa para compartirlo con su familia. Esta es solamente una realidad que se vive a diario en estas tierras. También se vive una lucha por la supervivencia, al punto de transformar esta lucha en violencia, sobre todo, en la ciudad. Todo mundo está observando a las personas, para ver si hay algún distraído y poderlo robar. Es una violencia en donde todos tienen que estar atentos para no ser víctimas de esta situación, sobre todo los blancos, porque los demás imaginan que todos los blancos son los que tienen dinero. De esta violencia, también les comparto una experiencia que vivió una religiosa, ella tuvo un accidente antes de llegar a Nampula, en donde perdió la vida una persona. Cuando ella recuperó la conciencia, pedía auxilio a las personas que pasaban por allí y nadie los ayudó; mas bien, se acercaron a ellos para robarles todas sus pertenencias. Mas tarde la religiosa y las otras víctimas fueron por fin auxiliadas. Ahora bien, la religiosa aun recuerda con frustración y tristeza esta experiencia de esta misión mozambiqueña a donde fue a servir. Al comentar este suceso entre los religiosos afirmamos, “justificando”, que es una lucha interna que se vive por la miseria en la que se encuentran.También nos platica nuestro paisano que le sorprende que a pesar de que hay mucha pobreza, todos quieren tener su celular. Imagínense a muchas personas que incluso dejan de comer con tal de comprar su aparato. No cabe duda, son otras formas de pensar y debemos entenderlas y respetarlas. Por otro lado, se ve que el gobierno de Mozambique está haciendo lo posible para entrar a la modernidad y se está apoyando mucho en financiamientos de los EEUU para tener carreteras que unan a su territorio con los países vecinos. También China está teniendo mucha participación en este país, igual que en muchos otros de África, con la finalidad de tener acceso a las materias primas y también para poder colocar sus productos en esos mercados.
Yurécuaro cuenta con gente muy valiosa que vive y ejerce su ministerio o su profesión en diversos países en el mundo. Tenemos muchos paisanos que laboran en EEUU y “hacen lo que tienen que hacer” porque están comprometidos con ellos mismos y con sus familias; tenemos a muchos más, en otros países, que también nos muestran que la dedicación a su trabajo es algo importante que debemos valorar todos. El padre José Luis Rodríguez López, está cumpliendo su Misión en la vida, educando, curando y ayudando a la gente de Mozambique. Para todos ellos, vayan nuestra admiración y agradecimiento porque están poniendo su grano de arena construyendo un mundo mejor donde vivir.

Fidelmar Banda Aguilar

Dedico con cariño y agradecimiento estas líneas a quien nos legó un espejo para mirarnos el alma, nuestra imaginación y parte de la historia de lo que fuimos y cómo somos. Con la recopilación en sus obras: “Yurécuaro… estampas provincianas” y “Pinceladas de un pueblo llamado Yurécuaro”, y otras más, Fidelmar se ganó a pulso, el cariño de muchos lectores y la distinción de ser El Cronista de nuestra ciudad . Su nombre completo fue Jesús Fidelmar Banda Aguilar y nació en Zamora, Michoacán el 27 de octubre de 1941. Murió el 5 de mayo de 2006. Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal y su carrera profesional de Odontología, la obtuvo en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en Morelia. Llegó, se enamoró y se asentó definitivamente en Yurécuaro en 1970.Desde que se incorporó a nuestra gente, Fidelmar fue un gran impulsor de la cultura ya que colaboró como maestro de Historia de México en tres institutos educativos: la Preparatoria “Lázaro cárdenas”, en la “Academia Comercial” y en la “Escuela Secundaria Vasco de Quiroga”. También fue un gran impulsor de obras sociales ya que colaboró en la fundación del Dispensario Santa Margarita y en el Dispensario de Atención al Anciano Indigente. Tuvo además, una participación activa en tres Ayuntamientos: 1980-1982, cuando fue presidente municipal Salvador Suárez quien recibió la orden del Gobernador Cuauhtémoc Cárdenas, de cerrar la Zona de Tolerancia en La Loma (y como dijo alguien reciente y tristemente, “ya llevamos casi 30 años sin bules”). En el Ayuntamiento de 1983-1985, siendo presidente Gilberto Bravo y fue cuando se iniciaron las labores en el Colegio de Bachilleres. En el Ayuntamiento 1986-1987, siendo presidente Ramiro Mora y fue cuando la Comunidad de Monteleón ascendió a la categoría de Tenencia. Por otro lado, Fidelmar fue miembro fundador del Grupo Pro-Arte y Cultura “IOREKUA” donde por muchos años impulsó la cultura yurecuarense al lado de varios animosos como José Luis Villanueva, Elías Becerra, Arturo Villanueva entre otros. Asimismo, fue Fundador del Club Rotario de Yurécuaro al cual se le asignó la clave 26239 del Distrito 4160 de la República Mexicana.
Una vida como historiador y escritor.Además del amor a su familia, Fidelmar tenía una gran pasión: no dejar morir nuestra historia. Para ello, dedicó mucho tiempo que en lugar de gastarlo en su descanso, que bien merecido se lo tenía, lo usó para recabar información que publicó en varias obras. Él decía: “escribo con un estilo barroco, un poco burdo pero con buenas intenciones”. También cita, “Todas las obras humanas son imperfectas, los errores aparecidos al escribir en mis libros son involuntarios”. Y agrega, “Yo narro hechos dispersos, contados por quienes los vivieron o por quienes los oyeron que así pasaron” y también decía que le oyó decir a Ubaldo Orozco de Sahuayo: “las cosas no suceden como pasan, sino como se quedan”.Él era un inconforme con la gente intolerante o que no se ponía a reflexionar sobre el tesoro que poseemos en nuestra memoria colectiva y decía: “Aviento rialadas de recuerdos para ver si se nos sacude el cerebro”. Por mi parte agrego que “Memoria colectiva” es el conjunto de información y conocimientos que se guardan en la mente y el recuerdo de las personas de un pueblo o ciudad. Fidelmar pasó muchas horas y días platicando con mucha gente y rescatando “dichos”, datos, comentarios, anécdotas y como él decía, hasta “mentadas de madre” que le daban por “andarse metiendo” en lo que no le importaba. Sin embargo, él buscaba que todo este conocimiento no se perdiera y se usara para fincar el futuro de nuestros hijos y también, para no seguir cometiendo las mismas pendejadas, año con año. Esta memoria colectiva, no pertenece a nadie en particular; no es de la propiedad de una persona o de un grupo de ciudadanos, sino que es de todos y específicamente, de aquel que quiera aprovechar los aprendizajes que han dejado nuestros antepasados yurecuarenses.Sus libros y artículos, además de las ya citadas fueron: “María de la Luz Rico, la doncella de la castidad”, “Poeta Austasio Zepeda” y “Ficha monográfica de Yurécuaro 2001”.Como periodista, colaboró con los semanarios locales y regionales: “Alborada” (1976), “La Situación” (1981), “Zula” de La Piedad (1983), “Expresión” de Zamora (1992), “Guía” de Zamora (1990), “Entre Nosotros” (1993), y “Girando” (1996).
Del libro “Pinceladas de un pueblo llamado Yurécuaro” quiero remarcar algunas cosas que a mí me gustaron sobremanera. En primer lugar, su forma tan sencilla y casi poética con que relataba algunas cosas: “ … de los adobes de las casas viejas salen los ecos, murmullos, rezos, cantos y rizas; lamentos y gritos….” Fueron los de nuestros antepasados y son los de nosotros que les hablan a los que aun no nacen. Fidelmar también escribía con cierta picardía que nos hace preguntarnos: ¿Qué historias no se escribieron en los mesones? En el de “La Luz” o en el “Jalisco” que estaban en la Calle del Puente; en el de Don Nico en Las Cuatro Esquinas o el de Amado Ortega en la Calle Real (La Nacional). Eran para los antiguos pobladores lo que son ahora los moteles en las modernas ciudades. Me han contado, aunque no me consta, que se les denomina PPE (Pago Por Evento). También me hizo pensar en el éxito empresarial que llegaron a tener algunos yurecuarenses cuando teníamos competencia en la elaboración de cajetas con tres excelentes marcas: Los Gallitos de Primitivo Muñoz; La Vencedora de Marcos Ramírez y La estrella de Eusebio Diaz. Así mismo, había en Yurécuaro competencia en la venta de gasolina ya que hubo cuatro diferentes concesionarios: Bulmaro Bárcena, Francisco Bravo, Agustín Navarro y José I. Velásquez. Para mí fue sorprendente saber los antiguos nombres de nuestras calles: que la actual calle Zaragoza o del Guamuchil Grande se llamó antes, “Calle de la Muralla”. Que la calle actual, Independencia o “del Tranvía”, tuvo antes varios nombres: “Lerdo”, “Frontera” y “Libertad”. Que la calle que conocemos ahora como Amado Nervo, se llamó anteriormente “Calle de la Rana” y “calle de los Cajeteros”.
Ahora bien, de la obra de Fidelmar, quiero resaltar tres relatos que él rescató y que me hicieron revivir aquellas noches de lluvia, cuando en nuestras casas se prendía el “Cirio Pascual” para detener la furia de las tormentas. Mientras tronaban rayos y centellas y llovía a cántaros, el agua se colaba a borbotones por entre las tejas y parecía que el cielo se iba a caer encima de nosotros. En esas noches de “espanto” oíamos de nuestra gente grande, los cuentos y relatos que hacían quedarnos quietecitos para no recibir el castigo divino. El muerto confesado. A mediados de 1905, cerca de la medianoche, llegó un hombre a caballo ante la casa del Sr. Cura Luis G. López y le pidió que lo acompañara a confesar a un enfermo que estaba en un jacal por el rumbo de la Buena Huerta. Montó el padre López en otro caballo que llevaba el hombre y se dirigieron al jacal. En un camastro encontró el padre al enfermo envuelto en unas cobijas viejas y deshilachadas. El Sr. Cura empezó la confesión pero notó un olor fétido que casi le impide terminarla. Haciendo un gran esfuerzo, concluye y da la absolución. Al salir de la casa ya no estaba el hombre que había ido por él y solamente estaba el caballo en el cual regresó a su hogar. Después de ese día, el Sr. Cura anduvo muy taciturno y como no podía contar lo que le habían confesado, nunca se supo cuál fue el pecado. Sin embargo, él sabía que había confesado a un ánima en pena. A causa de esa impresión, el padre López enfermó y murió unos meses después a la edad de 54 años.José, el Carrero de Pantaleón. José se dedicaba a juntar basura en un carro de mulas que era propiedad de Pantaleón. También sembraba un ecuaro que estaba en el cerro de El Cuatro. Un día que José se encaminaba a su ecuaro, se encontró a una señora que estaba recargada en una cerca de piedra. La señora le dijo que si quería ser rico, debería seguir sus indicaciones para poder sacar un entierro. Al quitar las piedras que le indicara la señora, José encontró muchas barras y monedas de oro y también una copa del mismo metal. La mujer le dijo que ese era el tesoro de Juan Rentería y que ella era su esposa y que le decían La Poblana. También le dijo que para hacerse dueño del tesoro debería regresar al otro día pero que debería cumplir dos condiciones: no debería contarle ni a sus amigos ni a su mujer acerca del hallazgo. También debería entregar la copa de oro en la Parroquia de Yurécuaro ya que había sido robada del templo cuando lo quemaron. Al otro día, José volvió con dos amigos para llevarse el tesoro pero no pudo encontrar el lugar exacto donde estaba el entierro. Él no se explicaba por qué no podía hallar el lugar y muy tarde comprendió que no había cumplido con la promesa que le hizo al ánima de La Poblana.La Leyenda de Siquindo. Actualmente, Siquindo es un lugar solitario donde hay un cerro misterioso junto a un recodo del río Lerma donde se hace un bonito remanso. Sin embargo, hace varios siglos existía un pueblo que desapareció en tiempos de la Colonia a causa de una maldición. Sucede que por allí habitaba una doncella que se enamoró de un soldado español con el cual gozaba de un amor ilícito y desenfrenado. Los amantes tenían sus encuentros bajo las ramas de los frondosos sabinos y nadaban libres en el remanso aprovechando las noches de luna llena. Fue una noche de Viernes Santo cuando el padre de la doncella, haciéndose acompañar de un sacerdote, les reclamó su comportamiento. Como el soldado se mostró altanero y agresivo, el padre lo mató de una estocada. El sacerdote le dijo entonces a la doncella, ¡el alma de tu amante ya voló al cielo! Ella le contestó con una blasfemia: ¡ el alma no me importa, yo lo que quiero es su cuerpo, sus besos y sus caricias! Entonces la doncella fue maldecida a vagar eternamente por esos lugares hasta encontrar el pueblo de Siquindo, mismo que desapareció al momento de la maldición. Se cuenta que hace unos años, en un Viernes Santo, don Atanasio, vecino de El Mezquite Grande, iba rumbo a Yurécuaro a surtir su semanario. Al pasar por el recodo, se le apareció el pueblo de Siquindo y allí surtió su semanario. Compró de todo: cebollas, jitomates, cecina y queso y cuando ya tenía las árganas repletas, oyó la última llamada en el templo. Estando en la Consagración, se hizo un gran silencio y entonces desapareció el templo, el pueblo y la comida que ya había comprado y estaba sobre su mula. Atanasio, todo espantado por lo que le había pasado, se fue a Yurécuaro a surtirse nuevamente. En el pueblo se le hizo tarde por lo que ya entrada la noche, regresó a su rancho. Al pasar por Siquindo, encontró a la doncella bañándose en el río. Se acercó y fue entonces que ella le pidió que le ayudara a quitar “el encanto” en el que estaban tanto ella como el pueblo. Él aceptó y entonces ella le dijo que se iba a convertir en piedra y que él la debería subir al cerro al mismo tiempo que debería ir gritándole maldiciones y que al entrar al templo debería lanzar la mayor maldición que conociera. Atanasio subió al cerro con la piedra mientras le gritaba majaderías pero al entrar al templo ya no quiso seguir maldiciendo y se quedó callado. En ese momento todo desapareció y regresó a su rancho donde nadie le creyó lo que le había pasado. En la actualidad, cuando la gente va al remanso y sube al cerro, solo encuentra miles de piedras amontonadas y que muchos dicen, son las piedras que han subido los que se han encontrado a la doncella. Al término de su obra póstuma, Fidelmar se despidió con un agradecimiento humilde: “Al viejo, noble y leal pueblo de Yurécuaro y sus moradores todos. Con especial reconocimiento a los diligentes informantes que, permitieron asomarnos a una región mágica e interesante a través de consejos y facilitando documentos o fotografías valiosas, sin los cuales difícilmente se pudiera haber logrado la realización de este trabajo. Gracias a todas las personas físicamente ausentes que nos enseñaron a descubrir y valorar el privilegio de ser yurecuarense por nacimiento o adopción”.
¿Qué ejemplos deja este yurecuarense a las generaciones por venir? Nos mostró su paciencia y persistencia para escuchar a muchas personas y documentar sus hallazgos que nos servirán de guía. Esta información también sirve como estímulo para seguir colaborando juntos para hacer de Yurécuaro un lugar mejor para vivir.Recordemos el lema de nuestra ciudad y honrémoslo porque somos de un “lugar de Crecientes” para desarrollarnos más y no para disminuirnos, restarnos, ni mucho menos empequeñecernos atacándonos unos a otros.Nuevamente digo, ¡Gracias Fidelmar! Seguirás presente entre los yurecuarenses a través de tus obras.También agradezco, a “mis tres lectores”*: Juan Núñez, Alfonso y Eduardo Valdez por seguir leyendo mi columna.*Nota: le copié el concepto de “mis tres lectores” al filósofo de Saltillo, Coahuila, Armando Fuentes Aguirre (Catón), solamente que él tiene cuatro lectores y yo no merezco tener cuatro y por eso solo presumo de tener tres lectores asiduos.